Presentación memorias de Monseñor Ramón Benito De La Rosa Y Carpio, por el Dr. Príamo Rodríguez Castillo

“Al centrarme en esta obra, Memoria, escrita por el propio personaje, multidefinido por todos los que hemos tenido la maravillosa suerte de conocerle de cerca y en él, ver una persona pródiga de la naturaleza humana y cristiana, como el árbol, con sus raíces, troncos y ramas rematadas en una flor destinada a producir los frutos del conocimiento, los cuales están dotados de una sabiduría perfecta y divina.

Desde la antigüedad, los árboles han estado relacionados a la vida, a los dioses y a las fuerzas místicas de la naturaleza. La expresión “Árbol de la Vida” es mencionada en la biblia en el sentido de arboleda unas treinta veces. Cada país o nación ha tenido sus árboles sagrados, con características y atributos muy peculiares, basados en propiedades naturales, de un ser muy especial.

Así, también tenemos el Árbol Baniano que es el símbolo del espíritu y la materia puesto que desciende a la tierra, echa raíces y luego asciende de nuevo hacia el cielo infinito y el Árbol Palaza, frondoso, de triple hoja, el cual ha quedado en la historia como el emblema de la triple esencia en el Universo (espíritu, alma, materia); así, como el ciprés, que hoy día es entre los cristianos, el Árbol de la Muerte, de la paz y del reposo; el árbol sicomoro, es considerado el Árbol de la Vida en Egipto y Asiria, consagrado a la Virgen María, por sus frutos y salvia confieren la inmortalidad; en fin, así mismo, vemos hoy día el árbol que podemos denominar Árbol de la Rosa, que describe su apellido ancestral, de la Rosa, pero aún más podemos definirlo como el Árbol de las dos Rosas, como el árbol sagrado que deja ver un capital intangible humano que nunca se agota en la materia y la espiritualidad sagrada, de un sumo sacerdote, que con su forma, andar y hacer, ilumina el principio de la vida y el poder que contiene la esencia de vida y carácter de toda cosa. Quienes tendremos la dicha de leer esta obra, conoceremos más de cerca y más interiormente a este hombre pródigo de la naturaleza humana y de la naturaleza cósmica universal.

Al escribir sus memorias, Monseñor Ramón Benito de la Rosa y Carpio, reta y desafía su clarividencia conceptual de recordar, retener y reproducir su facultad mental; las vivencias y experiencias que dictan sus conocimientos, pensamientos y razonamientos de los actos; sucesos pasados y la capacidad de exponer impresiones y visiones, y de traerlas hasta el día de hoy, donde son fijadas, principalmente, por acciones objetivas y por acciones sensoriales, visiones normales y actuaciones de un cerebro asociado a apreciar, valorar y redimensionar su memoria cerebral; actos y acciones que solo se definen en el saber y la creencia de toda una excelente facultad que solo pueden cargarla y traducir su importancia y generación; atributos de una reminiscencia que le da a De la Rosa y Carpio, la certeza y complacencia de haber vivido antes, sueños, y tener que vivir lo vivido y lo nuevo, como un nacimiento futuro de la prolongación de toda una estructura organizada y privilegiada, dones que indiscutible y perceptiblemente, vienen de la iluminación iniciada en la plenitud de la fe cristiana, que le acompaña con el abrir de su inteligencia, desarrollada y acumulada, como la fuerza de la fe y como designio de la verdad desarrollada y sostenida en el acompañamiento de un estadio superior, que consideramos al lado o muy cerca de Dios.

Así, sus sentimientos-pensamientos con relación a su árbol familiar lo inicia mencionando a sus abuelos paternos, don Santiago de la Rosa y doña Jacinta de la Rosa, a quienes llegó a conocer y tratar como agricultor y lo llama “próspero agricultor y pequeño terrateniente”, porque poseía 160 tareas de tierra, lo cual en esa época, con un manejo rudimentario, no creo que esa denominación que hace Monseñor, puesto que una porción de terreno dedicado a la agricultura desarrollada con el machete y la azada podría producir riqueza, sino más bien para la manutención de una familia humilde, puesto que él más luego en su obra, dice que su padre, trabajando con su abuelo, aprendió el oficio de también ser agricultor, pasando luego a vivir en el Batey del Ingenio, Central Romana hasta el año 1924, fecha en la que se mudan a Higüey, después de pasar todo un tiempo muy calamitoso, pues ahí murieron tres de sus hijos por la plaga y enfermedades simples, y miseria, salvándose de sus cuatro hijos, su padre Benito de la Rosa quien quedó vivo por la ley casuística. Acá, sus abuelos pudieron hacer algunos ahorros y lograr un cambio de vida satisfactorio, para sus padres Benito de la Rosa y su madre Aura Dionisia Carpio. Cuando llega a Higüey tenía 12 años. Aprendió con buen dominio, matemáticas y español, y a leer correctamente hasta que por su lectura se convirtió en un fanático, tanto así que cuando muere, a los 87 años, dejó un estante lleno de libros de literatura, lo cual confirma que fue un lector consuetudinario.

De su padre, dice Ramón Benito de la Rosa y Carpio, heredó el principio de responsabilidad, puntualidad y fidelidad; pues cuando se casó su padre dijo: “yo voy a fundar una familia y me voy a dedicar a ella”, y así lo hizo. Pero su vida se desarrolló con muchas limitaciones económicas, aunque por lo menos, nunca le faltó el pan de cada día. El autor de estas Memorias declara que cuando ya era un adulto fue que se dio cuenta que eran muy pobres, incluso ya consagrado como sacerdote, ya que su padre tenía un gran sentido de la recreación de sus hijos, llevándolos siempre a paseos al campo y a la playa, montados en carretas tiradas por bueyes o caballos, por lo cual él y su hermana tuvieron una niñez feliz y sus alegrías les impidieron a sentir las carencias.

El autor fue el primogénito, naciendo un 19 de septiembre el año 1939, año de eventos significativos, ahí terminó la Segunda Guerra Mundial, y fue elegido, en el Vaticano, el Papa Pío XII. Monseñor, desde pequeño, impulsado por su padre, fue muy devoto de la Virgen de la Altagracia; además, al cumplir sus seis años, asiste a la escuela pública donde hizo la primaria, estando en primaria lo pusieron a escribir un pequeño ensayo, donde el profesor lo llevó donde el director y le dijo: “mira lo que escribió este muchachito, se ve que tiene madera, de que va a ser una persona importante y se ve que de ahí va a salir algo bueno”, y tanto fue este presagio que desde ahí se notaba el inicio de su vocación de escritor y su apego a los medios de comunicación que, hasta hoy día, forman parte de su vida y de su formación humanística, de fe, de creencias, de amor, de paz y de liderazgo; tanto es así, que siendo seminarista, sacerdote, monseñor y arzobispo, escribe en revistas, periódicos; participa en programas de radio y televisión; a su labor sacerdotal y sus grandilocuentes mensajes, inspirados en la Biblia, en las encíclicas y en los pasajes que se inscriben en la historia de la ciencia y la enseñanza, produciendo y presentando los grandes valores humanos y cristianos universales, y sus sueños, verbigracia, de escribir en sus ochenta años, sus ochenta obras bibliográficas clave de la historia, la filosofía, la teología, la teosofía y expresarla y exponerla de tal forma que se convierten, además, en una producción con trazos psicológicos, sociológicos, literarios, medioambientales y con la gracia de la pintura y los colores de la madre naturaleza, aterrizada en Dios, la Virgen y la humanidad y en especial, la sociedad dominicana, logrando visionar y objetivar sus sentidos y pertenencias en una fotografía multidimensional que revela los valores y principios como una doctrina relaciona, hermética y pertinente, perteneciente a la sociedad humana con los textos de la vida cristiana.

En fin, la prodiga naturaleza humana de su persona, obviamente, le produce el llamado de Dios, él lo reseña y expone en sus páginas, que en verdad no las comento, se lo dejé a él porque ese proceso místico se envuelve en el misterio positivo y universal que le dedica a Dios y a los actos espirituales, en una ascensión de ideas místicas, trascendentes, y escapa de lo que mis palabras deberían dibujar, como la esfera del alma manejada en una fascinación en especie alucina que por no poseer los dones fundamentales filosóficos y teosofistas, sería necesario estar poseído de una inspiración de sabiduría divina y de una filosofía universal con la fuerza fecunda que permita el linaje de la perspectiva humana en una cadena de lógica, impulsada por la filosofía dialéctica.

Monseñor De la Rosa, además del llamado de su camino, de su ordenación, estudios religiosos, su trabajo, su experiencia religiosa, sus cargos y desempeño; ha seguido como su amuleto, a Monseñor Pepén, para su formación en la rectoría académica y de su gestión, su relación obispal, papal y presidencial, sus amistades y en fin, su Arzobispado de Santiago, propósito y sueño de ser arzobispo de todos los sectores de la sociedad de Santiago, sintiéndose sumamente cómodo sentado en la mesa de los más pudientes y en la de los más necesitados; así como expone de Santiago todo un compartir y sociabilización que podemos decir: son tantas que son un montón.
Muchas gracias”.

V. DÓNDE ENCONTRAR “MEMORIAS”

a)En las librerías CUESTA de Santo Domingo y Santiago

b)En AMAZON

c)En la Editorial Santuario de Santo Domingo

CERTIFICO que los datos consignados en la presentación de “MEMORIAS” por el Dr. Príamo Rodríguez Castillo son tal y cual él los pronunció.

DOY FE en Santiago de los Caballeros, a veinticinco días del mes de septiembre del año del Señor 2019.

Posted in Certifico y Doy Fe

Más de cultura

Más leídas de cultura

Las Más leídas