El recurrente tema de Haití, como nación inviable, llama la atención del mundo que sigue su sangriento camino de violencias, horror y desatinos. Francia, responsable histórico de lo que existe en ese país, como nación más atrasada de América, es la gran ausente en el difícil concierto de gobiernos con verdadero ánimo de ayudar, con métodos y vías, distintas a los del conjunto de fracasos de siempre. Haití, la de los aterradores indicadores de salud, la de enfermedades erradicadas en todas partes que se ceban en seres desposeídos y vulnerables, la de rampante miseria humana, aberrante desnutrición, con denigrantes niveles de educación, se desangra una vez más con “protestas”.

Actos que degeneran en un caos generalizado, mientras el actual presidente, Jovenel Moïse, elegido “democráticamente” (¿y qué?) en un país de estómagos vacíos, luce atrapado como rata, perseguido por la inconsciente clase política que procura derrocarlo, sin plan alguno, más que el interés atomizado del “poder”. Moïse, un exitoso empresario platanero, debe estar amargamente arrepentido de su exitosa aventura política, obstaculizado hasta lo ridículo, por la clase política haitiana. La violencia extrema, acompañada del robo organizado, del raterismo que alimenta una población sin esperanzas, harta de hambre, saturada de galopante costo de vida, de corrupción de rapiña urgente. Estos acontecimientos alejan a Haití de las rutas del desarrollo y empuja a miles de ciudadanos hacia Dominicana, única vía terrestre escape de la barbarie.

No nos cabe un haitiano más y la carga es mucho mayor que los aportes que realizan. En videos en las redes, se ven bandas robando lo que parece ser sacos de dinero, en lo que luce un banco luego incendiado. Días antes aparecen los despojos de una macare humana, con decenas de cadáveres calcinados aun humeantes, junto a motocicletas quemadas.

La violencia extrema es característica del Haití de nuestros días y preocupa el mar de gente que intentará violentar los controles de frontera, que solo la acción militar contendría, con nefastos resultados y consabidas consecuencias diplomáticas y ánimos sancionadores que se esgrimen contra nuestros derechos a defender el territorio nacional. Los medios de comunicación no reflejan la gravedad de lo que acontece en Haití ni la particular amenaza que representan estos actos contra la nación dominicana. Sabemos de múltiples esfuerzos de los Estados Unidos para lograr darle soporte al equipo gobernante, neutralizados por mezquindades e intereses cuasi tribales, clásicos del hombre primitivo.

Luce que el problema va más allá de límites que los americanos tienen, o no han sabido manejarlo. El problema Haití, tiene mil aristas: social, falta de empleos, recursos, incapacidad administrativa, clases con poder económico que no confían en su país, de gente desesperada con ánimos de sobrevivientes, de hambre ancestral, de desconfianza visceral y mas.

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