El fenómeno de agresividad, entre niños de diferentes edades en las escuelas públicas de nuestro país, es un tema que se ha venido debatiendo y difundiendo por los diferentes medios de comunicación, siendo evidenciados a través de la publicación de videos que muestran la forma casi animal en la que estos se pelean, se golpean y como son casi aplaudidos y disfrutados por los demás compañeros, que, en vez de querer subsanar la situación, incitan a los mismos. Esta semana una educadora de nivel básico perteneciente a una escuela de la ciudad capital, me comparte su experiencia en búsqueda de una orientación, de qué hacer ante la población de niños que le ha tocado trabajar, donde se dan situaciones recurrentes de agresión y lo que es peor, la falta de respeto hacia ella como profesora y hasta al director del recinto. Sostiene que los propios niños entienden que tienen el derecho a desafiarla y desautorizarla, verbalmente le expresan lo poco que les importa sean llevados a la oficina de la máxima autoridad. Estas situaciones no se resuelven dentro de la institución escolar, sino en el seno de las familias a las cuales ellos pertenecen. Esto no es más que un reflejo de la cotidianidad de sus hogares, en los cuales es modo operandi el irrespeto, la agresión y el nivel de problemas existentes entre los miembros, encabezada por padres o tutores.

Si queremos menguar los niveles de violencia que se dan en la sociedad, es necesario trabajarlo directamente en el seno familiar. Entiendo que es urgente la necesidad de diseñar programas de seguimiento permanente, trabajo social y psicoterapéutico, para que las mismas puedan corregir las patologías desarrolladas en su interior, a las cuales sus miembros se acostumbran y sobreviven en ella. Cuando la violencia verbal o física está presente y es vivenciada por los niños, se convierte en su patrón de respuesta dentro y fuera, sin importar la edad, su respuesta conductual va a ser violenta.

Si observas en todo lugar donde llegas, como forma de aquietar, mantienen entretenidos a sus hijos con un celular, el cual los aísla y sumerge en el mundo de competencia y destrucción, que son el tema de la gran mayoría.

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