Soterio Ramírez, actualmente viceministro de Deportes y Recreación, ha representado nuestro país en diferentes campeonatos internacionales

La infancia de Soterio Ramírez fue dura. Pero también motivadora. Mientras trabajaba como panadero, a la edad de 10 años, se convenció de que esa era una vida que no quería mantener.

Vio en el deporte su salvamento y cultivó con fervor esa pasión, comenzando en clubes tan icónicos de la capital como el San Lázaro y el Mauricio Báez. Su entrega lo llevó a representar nuestro país en decenas de torneos internacionales.
Ramírez, quien se desempeña actualmente como viceministro del Ministerio de Deportes, está casado con Ana Cristina Espinal, junto a quien tiene dos hijos: Jenifer Ramírez Espinal y Soterio Ramírez Junior.

1. Del sur
Nací en San Cristóbal, específicamente en Villa Altagracia. En mi familia éramos siete hermanos, tres varones y cuatro hembras, de los cuales soy el más pequeño. Mi padre, Severiano Ramírez, lamentablemente murió cuando yo tenía apenas nueve meses, por lo que mi madre, Enoema Martínez, tuvo que criarnos sola. En Villa Altagracia viví hasta los siete años, después me fui a vivir a Buenos Aires de Herrera, en Santo Domingo Oeste, ya que ahí residía uno de mis hermanos mayores”.

2. Dura infancia
Comencé a trabajar cuando tenía 10 años en una panadería donde también trabajaba un hermano. Tiempo después, ya con 13 años, los panaderos me decían que el que se dedicaba a hacer pan, terminaba su vida así. Esas palabras martillaron mi consciencia, en particular porque veía cómo ellos consumían mucho alcohol y tenían una vida muy agitada. Era deplorable la situación en la que estaban, en muchas ocasiones tuve que amanecer sobre tablas o sobre cartones, porque teníamos que esperar a que los panes estuvieran listos para venderlos por la mañana del día siguiente”.

3. Se acerca al básquetbol
Mi primer contacto con el baloncesto no se produjo a temprana edad. Por el contrario, los deportes que más me gustaban eran el voleibol y el boxeo. Una tarde, cuando tenía unos 14 años, estaba pasando por el Colegio Las Monjas, en Buenos Aires de Herrera, y me fijé en unos jóvenes que estaban jugando. Me detuve y me quedé mirando por unos minutos por la verja. Al ser alto, me notaron de inmediato. Uno de ellos se me acercó y me preguntó que si sabía jugar. Le respondí que sí, aunque realmente no era cierto. Cogía rebotes, pero no tenía el dominio de la pelota, y por lo tanto la perdía constantemente. Los demás se dieron cuenta de que no sabía, pero eso no me detuvo, me mantuve motivado y seguía esforzándome porque quería aprender. Luego de varios juegos, pude ir mejorando. Me preocupé por tener mejor condición física. Me apasioné tanto con este deporte que hasta donde vivía, en los postes de electricidad, colocábamos aros para jugar”.

4. Club Mauricio Báez
En esos años mi mamá me dejaba de viernes a domingo en casa de un tío en Capotillo. Ahí aprovechaba para jugar también. Una vez, cuando regresaba a casa únicamente con el pasaje, caminaba por la Nicolás de Ovando con Josefa Brea y vi una carretilla de mangos que me llamaron la atención. Tomé ese dinero y los compré. Me fui caminando. Justo cuando iba por el Club Mauricio Báez me llamó Modesto Guillén Pechera, un entrenador de ese club. Me dio una pelota y me pidió que regresara al otro día a practicar. Recuerdo que todos los días en las tardes iba a jugar allí. Cuando comenté en mi barrio que jugaba para el Mauricio Báez, se alegraron mucho por mí”.

5. Club San Lázaro
Lamentablemente, en el Mauricio Báez, tuve un encontronazo con un jugador, y me sacaron de las prácticas. Cuando regresé, tuve otro altercado y me sacaron una vez más, pero esta vez por una semana. Me pareció injusto, así que no volví por ahí. A días de eso, un amigo llamado Alex, del Club San Lázaro, me invitó a jugar con ese equipo y acepté. Desde que llegué a San Lázaro, en 1987, José Castellano, que fue mi primer entrenador, me acogió y empezó a entrenar conmigo. Comencé a desarrollarme más, ya veía al baloncesto como un medio para salir adelante, para tener mejor condición económica. Tuve mucha ilusión”.

6. Crecimiento
En mi adolescencia nos mudamos a Los Guaricanos, que para la época era un cañaveral. La cancha más cercana quedaba en la comunidad de El Torito, por la Urbanización Máximo Gómez. Lo que hacía era levantarme temprano, irme a correr por esos cañaverales. Llegaba a una parte que le decían Chimbú, donde regularmente iba a buscar agua y ahí comenzaba a ejercitarme, lo cogía como deporte. La gente pensaba que estaba en otro lugar, pero realmente estaba preparándome porque no podía ir a San Lázaro, debido a que las prácticas habían pausado hasta el año próximo. Cuando regresé al club tenía una condición física superior a la de otros compañeros. El 5 de septiembre de 1989, cuando iba a jugar contra San Carlos, me encontré a Fernando Teruel, a quien relaciono con el Mauricio Báez. Me monté en su vehículo y conversamos por un buen rato hasta que me dejó en el Palacio de los Deportes. Media hora antes del torneo, el entonces presidente del Club San Lázaro, Manuel (Cholo) Suero, entró al camerino en compañía de Teruel y lo presenta como nuevo dirigente. Pero lo que es más, me metieron en el quinteto.
Ganamos el juego, metí 15 puntos y 15 rebotes. Fue emocionante en todos los sentidos. Le agradezco profundamente a Teruel. Como selección nacional fui muy activo, tuve la oportunidad de ir a siete finales en torneos locales, de las cuales gané cinco campeonatos en el Distrito Nacional. Gané cuatro con San Lázaro, en el 91, 92, 95 y 96. Llegué a la final en el 99 y en el 2000 perdí en siete juegos. Jugué en Villa Francisca en el 2001, y fui campeón en contra de San Lázaro”.

7. Participación internacional
Mi carrera fue en ascenso, la pasión fue mi motor para el éxito. En el 1990, estaba en la Selección Nacional y fuimos a los Juegos Centroamericanos y del Caribe en Ciudad de México. Al regresar, me ofrecieron una beca en Florida, Estados Unidos, la acepté y me fui. Cuando estuve allá amplié mis conocimientos sobre el baloncesto, mis entrenadores fueron Milton Johnson y Karlin Davis. Jugué allá por dos años, pero luego nació mi hija Jenifer Cristina Ramírez. Tenía una disyuntiva, porque por un lado Puerto Rico me ofrecía 10 mil dólares para ir a reforzar unos equipos y, en cambio, la universidad solo me daba 40 dólares. Ellos me daban la beca, pero no el dinero. Opté por irme a Puerto Rico. En la Isla del Encanto jugué con San Juan, en el 1996, con Agua Buena, en 1997, y Yauco, en 1998. También jugué como refuerzo en España, con el equipo de Balneario Archena, en Portugal jugué con Atletico Queluz, en Brasil con Espiranga Patesqui, en Venezuela con Cocodrillos de Caracas y Todos de Aragua, mientras que en Chile jugué con Petros y Yankees. Participé en el Centrobasket del 1995 en mi país, en el Campeonato FIBA Américas (Pre-Olímpico) de ese mismo año en Argentina, en el Centrobasket de 1997 en Honduras, y en el Campeonato FIBA Américas (Pre-Mundial) también en el 1997”.

8. Maracaibo 1998
Una de las experiencias que más recuerdo y me llena de orgullo fue la medalla emblemática que obtuvimos en los Juegos Centroamericanos y del Caribe Maracaibo 1998. Obtuvimos oro en esas competencias. Esa victoria nos alegró mucho porque era la primera vez que República Dominicana ganaba oro en un torneo como ese. En esa ocasión, el triunfo fue mayor para mí, porque era capitán. Ese momento nunca lo olvidaré porque la algarabía que sentíamos era grande. Un momento histórico”.

9. Función pública
Desde el 2004, un año después de mi retiro promediando 14.8 rebotes, me he desempeñado como viceministro del Ministerio de Deportes. Agradezco mucho la oportunidad de poder aportar a mi país a través de esa función pública. Soy de los que piensan que en esta vida debemos enfocarnos en servir al otro y a ayudarlo a crecer en todos los sentidos. Con el deporte, los jóvenes pueden lograr mucho, porque sirve como rescate en un ambiente cada vez más complicado”.

10. Familia
Conocí a mi esposa, Ana Cristina Espinal, en Santiago. Tengo dos hijos, Jenifer Ramírez Espinal, que jugó voleibol aquí, representó nuestro país en varios torneos internacionales y fue capitana del Equipo Juvenil de la Selección Nacional. Ella decidió a los 19 años irse a estudiar y dejar el deporte. También está Soterio Ramírez Junior, quien también se ha dedicado a este deporte como yo. Me siento muy orgullo por la familia que tengo. Dios me bendijo con cada uno de ellos, son lo más importante”.

Uno de los juegos en los que participó Soterio Ramírez.

Vivienda
En Villa Altagracia viví hasta los siete años, después me fui a vivir a Buenos Aires de Herrera, en Santo Domingo Oeste”.

Etapa
Los panaderos me decían que el que se dedicaba a hacer pan, terminaba su vida así. Esas palabras martillaron mi consciencia”.

Inicios
Cuando era niño no tuve contacto con el baloncesto. Por el contrario, los deportes que más me gustaban eran el voleibol y el boxeo”.

Viaje
En el 1990, estaba en la Selección Nacional y fuimos a los Juegos Centroamericanos y del Caribe en Ciudad de México, México”.

Medalla
“Una de las experiencias que más me recuerdo fue la medalla emblemática que obtuvimos en los Juegos Centroamericanos y del Caribe Maracaibo 1998”.

Apoyo
“Soy de los que piensan que en esta vida debemos enfocarnos en servir al otro y a ayudarlo a crecer en todos los sentidos. Con el deporte, los jóvenes pueden lograr mucho”

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