¡No, jamás!

Ya nadie recuerda que los vecinos de Los Ríos, los caminantes del Jardín Botánico, la administración de ese parque, dejaron que el gobierno nacional a través del Ministerio de Obras Públicas redujera el área de paseo de la avenida Colombia en nombre de la movilidad urbana.

Ya nadie recuerda que los vecinos de Los Ríos, los caminantes del Jardín Botánico, la administración de ese parque, dejaron que el gobierno nacional a través del Ministerio de Obras Públicas redujera el área de paseo de la avenida Colombia en nombre de la movilidad urbana. Lo hicieron y no pasó nada.

Ahora se pretende marcharle al segundo parque más importante del Distrito Nacional: el Mirador del Sur. Según una idea, porque aún no se puede hablar de propuesta, porque no han presentado un proyecto, dos arquitectos famosos abogan por reducirle al menos 10 metros de ancho en toda su extensión del lado de la avenida Anacaona. Se buscaría agregarle a esa vía nuevos carriles para el tránsito vehicular.

Es una barbaridad que se pretenda degradar o reducir la dimensión de un destino tan valioso, como parque, como área de paseo y recreación, o pulmón de la ciudad. Y sorprende que tal invento provenga del afamado arquitecto Eugenio Pérez Montás, avalado por Eduardo Selman, ministro de Cultura, quien debía ser un defensor de los espacios públicos que forman parte de las esencias de la ciudad y del acervo cultural de la Nación.

¡Cómo puede ser! Es sencillamente inaceptable desde todo punto de vista. Un bulldozer arrollando ese bien social. Resulta totalmente inimaginable.

Estamos persuadidos, aunque hay quienes dicen que al pueblo le han desprendido el alma, de que un proyecto de esa naturaleza nunca pasaría.

No vamos a entrar en una cuestión como el impacto que provocaría desde el punto de vista paisajístico, medioambiental, o estrictamente urbano. Es que se llevaría para siempre un pedazo más de la ciudad como la hemos conocido y aspiramos preservarla para las futuras generaciones.

Tocar ese parque sería una obscenidad. Inconcebible.

A eso hay que decirle no. ¡Jamás!

Deploramos que tengamos que dedicar nuestras energías espirituales para asuntos que en forma alguna debían ser parte de la agenda de los dominicanos de estos tiempos. Justo cuando el mundo sensato está cada vez más sensible a las agresiones a la Tierra y a los entornos amigables que ella nos permite mantener o mejorar.

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