¡Haga un alto, Presidente!

Una de las cuestiones más terribles del ejercicio del poder es que suele dificultar la comprensión de las normas que reglamentan sus actos. Y con ellas, las potestades.

Una de las cuestiones más terribles del ejercicio del poder es que suele dificultar la comprensión de las normas que reglamentan sus actos. Y con ellas, las potestades.
Si revisamos las previsiones constitucionales relativas a las atribuciones del Presidente de la República, descubriremos el peso de sus graves responsabilidades. Según el artículo 128 de la Constitución, le concierne dirigir “la política interior y exterior, la administración civil y militar, y es la autoridad suprema de las Fuerzas Armadas, la Policía Nacional y los demás cuerpos de seguridad del Estado”.

Y a partir de ahí, un conjunto de atribuciones de un alcance extraordinario, solemne, vitales para la funcionalidad del aparato institucional del Estado. Un peso enorme que lo obliga a someterse rigurosamente al cumplimiento de sus deberes.

El presidente Danilo Medina viene haciendo lo propio en los más de siete años al frente de la Nación. Pero los procesos políticos, con énfasis en el partido al que pertenece, amenazan distraerlo de la verdadera esencia de esas obligaciones.

Ha sido protagonista en la creación del nuevo régimen de partidos y electoral. Nada le ha sido ajeno. Todo eso es comprensible, y probablemente lo ha hecho con la mejor intención.

La Nación está envuelta en un proceso electoral. El órgano llamado a garantizar que el mismo culmine según los paradigmas democráticos debe crear las condiciones para que no haya desbalances nocivos en una justa competencia.

El primer ejecutivo de la Nación está llamado a contribuir a ese fin. Es el Presidente de todos los dominicanos, y como tal, tiene que fortalecer el sentido de equidad en todo el proceso electoral.

Debe trabajar para mantener un clima de libertad, para que las elecciones sean verdaderamente justas. Debe ser un guardián de las leyes, como manda la Constitución, y evitar un desbalance, que su gobierno no sea parte de la contienda, y todo el Estado no devenga en parte activa.

Su concurrencia a los actos de campaña, aún en el plano municipal, no ayuda a la imagen de un Presidente que ha estado tan imbuido en las tareas de realizar un gobierno para la historia.
Está a tiempo para hacer un alto en el camino, y rendir culto a la ecuanimidad.

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