La violencia de género es la principal causa de muerte de las mujeres dominicanas, en su gran mayoría menores de 35 años. En nuestro país tenemos cada año una cifra importante de mujeres asesinadas, siendo el lugar del Caribe con mayor cantidad de delitos de este tipo.
El impacto de esto es serio y abarcador, ya que no sólo acaba con la vida de las mujeres, sino que destruye familias, situación favorable para que se perpetúe la pobreza y caldo de cultivo para que prosperen inclinaciones a prácticas delincuenciales.

Por ello se necesita más atención y disposición de tomar medidas urgentes, como la definición de una política concreta y un protocolo de actuación, la creación de más centros para mujeres maltratadas y el desarrollo de más programas para concienciar a agresores y potenciales agresores.

Pero aún más importante es la necesidad de educar a una población machista en la que existe una permisividad social al maltrato a la mujer, reflejada incluso en el trato discriminatorio que reciben muchas mujeres cuando presentan sus denuncias, y en los pocos casos que llegan a los tribunales, las leves condenas que imponen algunos jueces.

La mejor muestra de que si el Estado jugase un rol más activo muchas muertes serían evitables es que en muchos casos de mujeres asesinadas se ha confirmado que las mismas habían dado a las autoridades una voz de alerta que fue ignorada.

La intervención de la justicia se produce cuando ya hay un problema, pero hay instituciones de primer orden que tienen gran incidencia y deben jugar un rol primario como la familia, la escuela, la Iglesia y los medios de comunicación (cuyo manejo crudo de los casos criminales en ocasiones puede producir un efecto contagio).

La violencia está en el pensamiento y en los deseos de dominación, alimentados por la cultura y la experiencia que se tiene desde la niñez, pues el hombre es en gran medida resultado lo que aprende el niño.

La violencia enferma y altera la percepción. Hay ideas que desmontar de cómo socializamos y qué pensamos, y entender que hombres y mujeres somos diferentes pero no desiguales.

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