El candidato presidencial del partido oficial, el que está en pendiente enjabonada, solicitó a la Comisión de Ética del Gobierno que investigara la información de la comunicadora Alicia Ortega de que él, estando en el Ministerio de Obras Públicas, gastó 11 mil millones de pesos, en contratos sin licitación con 38 empresas. Se asegura que son las mismas empresas que propiciaron sus actividades de recaudación.

El candidato que no despega dijo haber apoderado a la Comisión de Ética. Resulta, sin embargo, que quien encabeza esa Comisión es el mismo que presidió la Comisión Electoral del Partido de gobierno, la cual tiene entre sus miembros autores y cómplices del fraude montado para las primarias celebradas el pasado 6 de octubre.

Leonel Fernández, candidato presidencial del Partido Fuerza del Pueblo, ha calificado de grave la denuncia y reclama una investigación. Por su lado, el también candidato del PRM ha dicho que quien debe abrir una investigación es el Ministerio Público. Cabe preguntar ¿Por qué el Procurador, el Contralor, la Cámara de Cuentas, la Dirección de Compras y Contrataciones y hasta la misma JCE, no han hecho caso y más bien han mirado para otro lado?

La respuesta es porque hay complicidad o les temen a la intolerancia del Presidente. Las consecuencias serán las mismas; se hacen tan culpables como el transgresor y autor de corrupción, o, igualmente cómplices, por omisión.

Haber salido del PLD ha sido una descarga emocional que alegra el alma. La convivencia, dentro de esa organización política, era como un matrimonio que por varios años arrastraba una crisis. No había cohabitación, salir de la organización era una necesidad para respirar oxígeno puro.

Llegué a escribir en esta columna, recreando la fábula del sapo y el alacrán. Esa fábula era oportuna porque deja una moraleja, y es que ante el desbordamiento de las aguas y teniendo que cruzar un lago, el alacrán solicita al sapo que lo cargue en su lomo, en vista de que no sabía nadar; el sapo, por ser anfibio, no se ahoga, el alacrán sí.

El sapo lo mira con ojos de pena, pero por prudencia le advierte que no podría, porque el alacrán clavaría sus ponzoñas venenosas en el lomo y ambos se ahogarían. El alacrán juró por sus hijos y sus padres que no lo haría. El sapo, con su alma noble, lo invitó a subirse en su lomo. A mitad del lago, el alacrán entierra su ponzoña y el sapo, con expresión de dolor y pena, le dice: señor sapo, ahora nos vamos a ahogar los dos; el alacrán, riposta diciendo: lo sé, es que está en mi naturaleza.

Recuerdo que cuando publiqué ese artículo, acompañaba a Leonel en la mediación entre el gobierno de Venezuela y su oposición. Al encontrarnos los dos, con sana expresión me dice haberse encontrado con Temo en un evento en París y haber hablado cerca de una hora con él, mostrándose muy comprensivo con la crisis interna. Respondí con agrado, pero recreándole la moraleja de la fábula.

El desprestigio de la cúpula de ese partido iba a ser creciente y podíamos ser arrastrados. Pero había de esperar a que fuera el proceso que lo determinara. El liderazgo es pesado, no es glamour y aplausos, es sostener una causa.

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