En la historia dominicana, luego de Danilo Medina y Joaquín Balaguer, observo que Gonzalo Castillo sería (estoy convencido de que será) el presidente de la República que, en su primera ocasión, llegaría con más experiencia de Estado.

Gonzalo le sirvió a la patria durante más de siete años consecutivos, presentando una gestión admirable al frente del Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones, lo que es palpable y aplaudido por la población, pues, desde que recorre nuestras calles y avenidas, para citar un ejemplo de tantos, nota la modernidad y la limpieza, incluyendo la seguridad y asistencia en nuestras vías.

Lo dejo ahí, porque no habría espacio para resaltar la construcción de escuelas, de miles de casas y apartamentos para familias de escasos recursos y de clase media, de hospitales y parques, así como la labor de las Brigadas de Mantenimiento, el Plan Nacional de Asfaltados, las campañas de educación ciudadana, etc.

Como es natural, en las peñas, cuando se conversa sobre política, el nombre de Gonzalo surge de inmediato entre alabanzas y críticas, como ocurre en la democracia, resaltando que las opiniones favorables son mayoría.

Hace días, en uno de esos encuentros, un amigo algo escéptico me cuestionó si había tratado al candidato del Partido de la Liberación Dominicana, PLD, ya que me refería a él con sentida amistad. Le respondí que sí y lo hice a sabiendas de la pregunta que vendría. —Pedro: ¿qué opinas sobre Gonzalo?—. Así le respondí:
“Lo conozco desde hace casi 15 años, y desde el primer día noté que era alguien eficiente y recto, una agradable combinación de excelente profesional con agradable ser humano.

Inspira confianza en un santiamén, como si fuera un compañero de infancia o un cercano familiar. Uno se siente cómodo con su presencia. Es práctico, no anda por las ramas. Enfrenta los problemas y de inmediato les busca soluciones positivas.
Sabe trabajar con los demás, lo que no es del todo común en nuestra clase política. La mejor prueba de ello es que dejó en el ministerio que encabezaba un extraordinario personal, ahora dirigido por el ingeniero Ramón Antonio Pepín, que ha continuado con el desarrollo exitoso de esa institución.

Gonzalo es un excelente jugador de béisbol que deja el guante y el bate para ser manager de un equipo vencedor. Se reconoce que en sus manos, ya no la antorcha que es roja, sino el Trofeo de Campeón, seguirá siendo morado y amarillo y la nación continuará avanzando¨.

Ahí finalicé. Creo que convencí a mi colega de tertulia, pues me dijo tocándome levemente el hombro con sus dedos y evidentemente satisfecho: ¨Pedro, me encantaría conocer personalmente a Gonzalo¨.

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