Haití está del otro lado de la frontera, al Oeste de República Dominicana (si es que la rosa de los vientos no ha cambiado). Es una república tan grande como sus 27 mil kilómetros cuadrados, que ha tenido un sueño de felicidad por mucho tiempo pateado, pero que nunca ha abandonado. Tiene una historia heroica, como la de todos los pueblos, y tiene también poetas esperanzados. Haití necesita el apoyo de un buen vecino sensible ante su condición de pueblo derrotado. Estemos claros: si no asumimos con Haití un compromiso solidario que evite una gigantesca hambruna, de nada servirá sellar la frontera de soldados.

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