El Cuerpo Especializado de Seguridad Fronteriza Terrestre (Cesfront) se empeña en que la ciudadanía comprenda sus esfuerzos junto al Ejército para reducir la inmigración irregular. Es razonable.

En medio de la crisis social, económica y política en Haití, duplica su esfuerzo para cumplir el propósito de reducir la penetración de la inmigración ilegal hacia el territorio nacional, pero sabemos que una alta proporción de los inmigrantes logra burlar esa vigilancia.
Estamos ante una escalada de inseguridad y violencia en Haití, y quienes huyen de esa situación no encontrarán un destino mejor que República Dominicana. En la misma medida que el conflicto se agudiza, más pobladores de ese lado de la isla intentarán atravesar la frontera.

Lo que se vive ahora no es nuevo. No lo es para los militares ni para las autoridades políticas y mucho menos para el pueblo dominicano, que ha visto el fenómeno durante las crisis recurrentes en Haití, y especialmente desde los tiempos en que los ingenios azucareros empezaron a utilizar mano de obra barata de origen haitiano.

Luego vendrían las demás actividades de criollas que demandan por igual una fuerza laboral calificada o no, llámese industria de la construcción, agricultura, el pujante sector turístico y las oportunidades del mercado informal callejero, abandonado por los dominicanos.

La cuestión es que una inmigración masiva tiene sus implicaciones, sociales, económicas, políticas, humanas, en seguridad pública, etcétera. La presión en los servicios sanitarios, en la habitabilidad, en los entornos urbanos, en las zonas frágiles o vulnerables crecientemente invadidas por ciudadanos de los dos países condenados a la marginalidad.

Probablemente, en esta coyuntura la preocupación más acuciante del Cesfront, el Ejército y el gobierno nacional es que se produzca una avalancha y que el país se convierta en un territorio formal de refugiados, campamentos incluidos.

No es un problema solo de costo, de sostenibilidad, sino de imagen de un país que tiene el turismo como su principal base económica. Somos el destino más importante del Caribe y Centroamérica y fuerte competidor de los más grandes mercados de Latinoamérica, con excepción de México.

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