“Nuestra mayor gloria no está en no caer nunca, sino en levantarnos cada vez que caemos”. Eso es lo que nos diría Confucio si lo escogemos como guía en la gran marcha que los dominicanos iniciamos en el 2013 al seleccionar la “educación de calidad” como el pilar fundamental de nuestra estrategia de desarrollo integral. No vamos a ganar nada lamentándonos con las caídas que sufrimos en PISA 2015 y, de nuevo, en 2018. Mucho menos, identificando chivos expiatorios favoritos o sembrando semillas de odio, cuando el reto que tenemos por delante nos obliga a transitar unidos en esta crucial travesía, sin importar nuestras preferencias políticas, concepciones ideológicas o creencias religiosas.
Todos sabíamos que invertir 4% del PIB en educación, de la noche a la mañana, no iba a producir el milagro de parir de una educación de calidad. Hemos dado pasos importantes, incluyendo la decisión de sentar a nuestros estudiantes, cada tres años, a revelar en los exámenes de PISA lo que han aprendido de nuestros maestros. Esas pruebas, elaboradas por expertos de la OECD, constituyen un indicador de mucha utilidad para identificar las reformas que debemos realizar en nuestro sistema educativo para alcanzar la meta de una educación de calidad.

Estas pruebas tienen la ventaja adicional de sacar a flote los sistemas que mejores resultados han estado produciendo, lo que permitiría a países como el nuestro, corregir aquellas cosas que no estemos haciendo bien. Si tomamos como indicador los resultados en matemáticas de las pruebas PISA que han sido impartidas en el período 2000-2018, encontramos que los mejores resultados emanan en las geografías influenciadas por el Confucionismo: China, Japón, Corea del Sur y Singapur. En el 2000, Japón ocupó el primer lugar en el ranking mundial, seguido por Corea. En el 2003, la posición cimera correspondió a Hong Kong, seguida por Japón y Corea. En el 2006, el primer lugar correspondió a Taipei, seguida por Hong-Kong y Corea. En el 2009, Shanghai lideró el ranking, seguida por Singapur, Hong Kong, Corea y Taipei. En el 2012, el ordenamiento fue: Shanghai, Singapur, Hong Kong, Taipei, Corea, Macao y Japón. En el 2015, Singapur ocupó el primer lugar seguido por Hong Kong, Macao, Taipei, Japón, China (Pekín – Shanghai – Jiangsu – Guangdong), y Corea. En el 2018, el pelotón fue encabezado por China (Pekín – Shanghai- Jiangsu – Zhejiang), Singapur, Macao, Hong Kong, Taipei, Japón y Corea.

Esa información que nos provee la OECD cuando publica los resultados de PISA, debería motivar a nuestros diseñadores de las políticas educativas a escudriñar dentro de los sistemas educativos de esos países, para entender qué han hecho para llegar donde están. Lo primero que resalta es el respeto y la admiración que en la geografía confuciana tiene el maestro. El Índice Global del Status del Maestro del 2018 (Global Teacher Status Index 2018) que calcula la Varkey Foundation cada 5 años, revela lo siguiente: China lidera el ranking con 100, la máxima puntuación posible, la misma posición y puntuación que obtuvo en el 2013. El nivel de respeto y admiración que recibe la profesión de maestro en China es idéntico al que recibe la profesión de médico en esa nación. América Latina no exhibió buenas puntuaciones: Panamá 42, Chile 33, Perú 31, Argentina 24 y Brasil 1. No podría ser de otra manera en una región donde percibimos al maestro como un simple trabajador social (“social worker”).

Convendría que nuestros diseñadores de políticas educativas analicen con detenimiento el sistema de contratación, formación, entrenamiento y seguimiento que prevalece en Shanghai. Aunque los salarios pagados no son elevados, a los maestros en China se les permite obtener ingresos suplementarios a través de tutorías, lo que eleva el atractivo de la profesión a excelentes candidatos. El 70% del salario percibido se origina en el pago base y el restante 30% en la evaluación de desempeño. Los salarios varían de acuerdo a la materia que se enseña. Los salarios para maestros de mandarín, inglés y matemáticas son mayores que los pagados a maestros de otras asignaturas.

En China se privilegia más el conocimiento de la materia (matemáticas, ciencias o lenguaje) que el conocimiento pedagógico, dado que la mayoría de los maestros se especializa en la enseñanza de una materia, aun en la escuela básica. El maestro enseña en promedio 12 horas por semana, a fin de que disponga de tiempo para colaborar con otros maestros y para dedicar tiempo a la mejora de la docencia que imparte.

Shanghai cuenta con dos instituciones de formación y entrenamiento de maestros: la Universidad Normal de Shanghai y la Universidad Normal del Este de China. La formación y el entrenamiento son rigurosos en cursos de materias específicas, metodología y pedagogía, a lo que se agregan programas de entrenamiento práctico de docencia. Una vez obtienen su diploma, los maestros deben ser certificados, lo que implica aprobar la Prueba Nacional del Idioma Mandarín; luego tienen que aprobar cuatro exámenes en las áreas de pedagogía, sicología, métodos de enseñanza y capacidad de enseñanza, incluyendo una demostración convincente de que los candidatos tienen capacidad para manejar el aula. Una vez contratados, los nuevos maestros deben completar 120 horas de entrenamiento antes de iniciar la docencia. En el caso de Shanghai, a los nuevos maestros se les asigna un mentor por un período de 3 años, el cual evalúa los materiales de enseñanza, observación y crítica de la docencia impartida en el aula, los métodos de enseñanza y el desarrollo y elaboración de los exámenes. Ambos, el nuevo maestro y el mentor deben rendir cuentas al Director de la escuela sobre el progreso del primero. Las evaluaciones de los maestros se fundamentan en la observación, lecciones y orientaciones de demostración de desempeño de nuevos maestros, entrega de trabajo de clase y publicaciones del maestro. También, se ponderan la carga académica y las responsabilidades adicionales asumidas por el maestro, las evaluaciones de sus colegas y su auto-evaluación.

Shanghai cuenta con un sistema de cinco grados jerárquicos formales para los maestros: Maestros Novicios, Maestros Intermedios, Maestros Avanzados, Maestros Mayores (senior), Maestros Profesores Seniors, teniendo estos últimos el mismo estatus de un profesor universitario. Existe además el Maestro de Grado Especial, un título honorario concedido a maestros excepcionales. La promoción a niveles jerárquicos elevados requiere la publicación de investigaciones en revistas especializadas y premios en competencias de enseñanza. Cada 5 años, los maestros tienen que tomar al menos 360 horas de desarrollo profesional y renovar sus certificaciones de calificación de maestro.

A lo anterior, se agrega la decisión del Ministerio de Educación de asegurar que los maestros más capaces asuman la dirección de las escuelas, sin que ello conlleve necesariamente el abandono de las labores de enseñanza. El entrenamiento que se exige a los candidatos a posiciones de dirección de las escuelas es muy riguroso y requiere una experiencia en la enseñanza de más de 10 años con demostración de logros alcanzados.
Todos los actores públicos y privados interesados en el tema de la educación, incluyendo la Presidencia de la República, el MINERD, la ADP, las universidades y centros de formación de maestros, EDUCA y el CNHE, entre otros, deben sentarse a evaluar las tareas pendientes para alcanzar en un tiempo razonable un sistema educativo de calidad. En la agenda deberíamos incluir la autonomía e independencia del MINERD, incluyendo el nombramiento por 10 años de un (a) Ministro (a) con liderazgo y capacidad y carácter para empujar y monitorear la reforma; la contratación de mentores y maestros del exterior en las áreas de lengua española, inglés, matemáticas y ciencias; la evaluación por parte de una entidad calificada del exterior de los programas de formación de maestros que imparten nuestras universidades, las cuáles aparecen muy rezagadas en el ranking de las universidades latinoamericanas; el retiro voluntario y forzado de maestros que no reúnan las calificaciones para ser entrenados y/o formados, concediéndoles pensiones razonables; y la utilización de parte del tiempo de la tanda extendida para entrenamiento de nuestros estudiantes en exámenes y pruebas tipo PISA.

Reconozco que lo anterior puede requerir recursos. Aquí va una propuesta. Cerremos el Ministerio de la Mujer, el de la Juventud, el de Administración Pública y el INESPRE. Fusionemos el MESCyT con el MINERD, pues el primero formaba parte del segundo cuando se aprobó la Ley General de Educación que estableció el 4% del PIB para el Ministerio de Educación. Esas acciones liberarían US$350 millones al año. Con esos recursos podríamos contratar unos 7,000 mentores y maestros calificados del exterior. Lo anterior permitiría prepararnos para las pruebas PISA 2024. Me salté las del 2021, porque de nuevo, como decía Confucio, caeremos. La campaña del 2020 impedirá reformas que todos los candidatos, posiblemente, considerarían que acarrean costos políticos. A diferencia de los chinos, vivimos en una democracia.

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