Resulta halagüeño, agradable, que la República Dominicana haya logrado situar uno de sus ritmos populares en la lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, auspiciada por la Organización de las Naciones Unidades para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

Como República Dominicana, otros países se esfuerzan en alcanzar este tipo de sitial en diferentes expresiones de las artes, o de lugares u obras de valor histórico que merecen ser preservados por los seres humanos, y como tales reconocidos en el mundo.

Ya aquí hemos vivido la experiencia con la Ciudad Colonial, registrada como patrimonio de la Humanidad en 1990, como expresión esencial de la presencia europea en las nuevas tierras que el imperio español colonizó. Su valor representó una época y de manera muy viva refleja a la España que se estableció en estas tierras a partir de 1492.

En el caso que nos alienta, la bachata, es otro peldaño que muestra un esfuerzo del país por sus valores que deben ser reconocidos y preservados en su mismidad. Ya había ocurrido con el merengue, o con otras expresiones de la cultura dominicana, como el Teatro Cocolo Danzante de San Pedro de Macorís y los Congos de Villa Mella.

Cuando un sitio, monumento o manifestación del arte y la cultura alcanza esa dimensión, genera responsabilidades para los pueblos, lo que conlleva un mayor compromiso para protegerlos o preservarlos en el tiempo.

En el caso de la bachata quizás no habrá que preocuparse demasiado, por ahora. Ha sido un ritmo surgido de la más profunda raíz dominicana, de los segmentos sociales más simples, en principio rechazado por los grupos más altos y medios de la sociedad.

Se le veía vulgar, de pobre musicalidad, quizás por la simplicidad de su instrumentación y la sencillez de sus intérpretes. Pero la bachata llegó al alma popular y se fue imponiendo, sin pretensiones, hasta que los “grandes artistas” le dieron otra dimensión y trascendencia.

Pero la originaria siguió corriendo. Sola, y se impuso como un género arrolladoramente criollo. Y hoy se constituye en un valor intangible de trascendencia global.

Bienvenida bachata, quizás ahora te queramos más.

Reconozcamos a sus creadores e impulsores y a quienes hicieron que entrara a la lista de la UNESCO.

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