Llueve. Simplemente llueve. Como para olvidarse de un mordiente país y aplazar la palabra que pide, la palabra que clama, la palabra que hiere, la palabra que ofende.

Llueve. Simplemente llueve. Como para declararse indiferentes ante el discurso que promete lo que nunca se cumple, la sonrisa de puro maquillaje y el compromiso de inmediato olvido. Llueve, simplemente llueve, como homenaje a la flor, como regalo a la fruta, como regalo al amor de los amantes. Llueve. Simplemente llueve. Mientras llueva, olvidemos elecciones, campañas, caravanas y candidatos. ¡Que viva la lluvia, carajo!

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