En lo que respecta a la Bienal Nacional de Artes Visuales, de lo que se trata es que se respete su permanencia, que pueda ser un evento en sí mismo con un presupuesto digno y completamente independiente.
La institucionalidad es algo que cuesta en nuestro medio, pero cuando se logra establecer, los resultados son óptimos, dinamizan el entorno, dejando que todo fluya. De modo que es necesario promover el cambio, ya que permite circunscribir nuestras ideas hacia un compromiso colectivo, a través del cual se muestren los elementos que soportan nuestra identidad.

Sin bienal, el Museo de Arte Moderno no tiene forma de alimentar su colección, los diletantes del arte no tienen cómo apreciar los procesos de transformación de la sociedad y que acontecen entre los propios artistas, quienes se nutren de nuevas técnicas y estilos.

Ya de por sí no contamos con muchos museos en los que se exhiban artes visuales y, la mayoría, entran en el plano privado. Las mejores colecciones se encuentran en instituciones, ejemplo de ello es la Colección de la Cámara de Diputados, a mi juicio de las mejores, conjuntamente con la Colección Bellapart, siendo esta última la más completa pinacoteca de arte dominicano, pues a partir de la misma es donde mejor se puede estudiar de forma sistemática el arte nacional.

El Estado le ha fallado a las artes visuales, y lo ha hecho desde el inicio de la República. Esto así porque habiendo sido este espacio caribeño la primera civilización del Nuevo Mundo, hemos dejado en el tiempo la posibilidad de formalizar las academias de arte, apoyar el mecenazgo y apostar por nuestros artistas como sello de identidad.

Todavía estamos a tiempo, podemos recuperar la tradición de la bienal y la academia que datan desde 1942. Asimismo, necesitamos aunar esfuerzos para la creación de un Museo de Arte Dominicano y, muy importante, la ley de mecenazgo debe entrar en vigencia favoreciendo a la colectividad.

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