El mismísimo, eso sí, el inmenso irrepetible,
el mar alzado en vuelo, lentitud del lastimado,
alas que no pueden los azules levantar…

El mismísimo, el adorado en yodo
con la luna colgada en la quilla de tu rostro,
el que riega las arenas para el toque de tus pies.

El mar tuyo, el mar nuestro,
el de los acantilados feroces y las playas de luz,
el de las bolitas de queso crujiente, calamares en su tinta,
vodka tónica con chapas de limón…
Lenguaje del mar. José Mármol

Existen regiones geográficas que por los recursos naturales, energéticos, pesqueros o por su posición geográfica constituyen espacio de capital importancia desde el punto de vista geopolítico. Una de esas regiones lleva por nombre El Caribe, a orillas de cuyas aguas se han desarrollado sociedades que son resultado de más de cinco siglos de historia, de conquistas políticas, de colonización, de migraciones forzadas o voluntarias, de sistemas económicos, que han hecho de ella una sociedad culturalmente rica y diversa.

El Caribe en palabas del gran escritor, cuentista, ensayista, novelista, narrador, historiador y político dominicano Juan Bosch “está entre los lugares de la tierra que han sido destinados por su posición geográfica y su naturaleza privilegiada para ser fronteras de dos o más imperios”.

El Caribe es para otros escritores una “región joven, universo recién nacido de la violencia de la colonización y las luchas europeas que ahogaron la memoria indígena y balcanizaron territorios. A la sed de oro siguió el comercio triangular y siglos de esclavitud y plantación. Islas y Continente, separados geográficamente, coexistieron con esporádica noción de vecindad. Reprodujeron las distancias de los colonizadores, más cercanos a costumbres, ideas y maneras de vivir metropolitanas que a la savia común marcada por la expoliación sistemática, el mestizaje y los frecuentes contactos frutos del contrabando y las migraciones” . En ese orden de ideas, El Caribe es un espacio donde convergen y yuxtaponen las más complejas influencias culturales y sociales (indias, africanas, europeas y asiáticas), convirtiéndose en escenario de distintas y mutuas transculturaciones.

Históricamente se ha caracterizado por encuentros, casi siempre violentos; pero creadores, catalizadores, sincretizantes, multiétnicos y multilingües, lo que lo convierte en una región con una amalgama de expresiones étnicas, culturales que han ido conformando un producto social diverso. El Caribe es plural es multiétnico, porque su población es blanca, amarilla, mulata y negra. Es multilingüístico porque cada ola migratoria llegó con su idioma y lo introdujo en la vida cotidiana de los demás habitantes. Es multicultural porque combina las costumbres europeas, del lejano oriente y africanas como señala la historiadora Mu Kien Sang en su libro Pensando el Caribe.

En ese Caribe dividido, pequeño y diverso que busca la unidad en la gran diversidad han transitado a lo largo de su historia personajes de distinta índole que han dado como resultado una multiplicidad de ideas políticas, filosóficas y culturales y también procesos históricos que han marcado la historia de la humanidad.
Precisamente el 1 de enero de cada año es la fecha de celebración de dos grandes procesos que se desarrollaron en el Caribe. El pasado miércoles 1 de enero se cumplieron 216 años de la independencia de Haití producto de la Revolución Haitiana, así como los 61 años de la Revolución Cubana.

La Revolución Haitiana es un proceso histórico desarrollado en varias fases que inició en 1791 y que culminó con la derrota francesa y la proclamación de la independencia de Haití por parte del general Jean-Jacques Dessalines el 1 de enero de 1804 convirtiéndose en el primer país independiente de América Latina y el segundo de América después de Estados Unidos.

Por su parte, la Revolución Cubana es un proceso histórico cuyo principal resultado fue la caída del régimen del dictador Fulgencio Batista, y la llegada al poder del líder del Ejército guerrillero Fidel Castro. El 1 de enero de 1959, Fidel Castro entró triunfante a Santiago de Cuba, declarándola capital provisional de Cuba y proclamando al magistrado Manuel Urrutia como presidente de la nación (por diferencias con Fidel Castro renunció en julio de 1961 y luego se exilió). Por el momento, el gobierno de Estados Unidos reconoció al gobierno revolucionario. A partir de ese momento el poder quedó definitivamente en manos de las fuerzas revolucionarias e históricamente, se toma como fecha del triunfo de la Revolución el 1 de enero de 1959.

Estos dos grandes procesos desarrollados en el Caribe constituyen dos eventos de gran importancia histórica. Desde el punto de vista histórico ambas revoluciones fueron de carácter popular que, en su momento, expresaron aspiraciones profundas de libertad e igualdad compartidas por las masas esclavas y trabajadoras del Caribe y América Latina. Ambos procesos fueron, además, solidarios con las guerras de independencia de América Latina del siglo XIX en el caso de Haití, y, en el caso de Cuba, con los movimientos e insurrecciones populares antiimperialistas de América Latina y el Caribe (Chile, Nicaragua, Granada).

Sin embargo, ambas revoluciones generan preguntas que a su vez generan respuestas disímiles. ¿Han sido exitosas para sus sociedades la Revolución Haitiana y la Revolución Cubana? ¿En la historiografía caribeña se presentan ambos procesos como escarmientos o como gestas ejemplares? ¿Estas dos grandes revoluciones han originado países rezagados que no alcanzaron su potencial de desarrollo o países exitosos desde el punto de vista político y económico en algún momento de su historia?
¿Algún proyecto político presentó a Haití o Cuba como modelos ejemplares de liberación y construcción de una nueva sociedad caribeña?

Al margen de las respuestas que se puedan dar sobre estas preguntas desde el punto de vista histórico y político ambas revoluciones cuyas efemérides se celebra cada 1 de enero constituyen dos eventos que han situado al Caribe en la órbita de la historia mundial. A ese Caribe que como dice Antonio García De León Griego en su libro El mar de los deseos es “un mar que es una encrucijada formada con la velocidad de un arrecife en aguas cálidas, un cruce de mercaderías, naves, ideas, religiones, músicas, modos de vida y continentes trasplantados: las europas, el África negra, el lejano Oriente.”

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