Hay verbos que me merecen respeto, entre ellos vivir, servir, trabajar y estudiar. Trato de conjugarlos cada día, en singular o plural, no importa. Mi intención es siempre llevarlos a la práctica de la mejor manera posible. Hoy el tiempo es ideal para referirme a uno que tengo tatuado en mi alma: amar.
Son frases sueltas, nacidas de experiencias propias y extrañas y de observaciones de la condición humana, con sus luces y sombras. En ocasiones surgieron al contemplar el triste desenlace que llega cuando no comprendemos lo que nos canta Silvio Rodríguez: “Solo el amor consigue encender lo muerto”.

El amor anhela la perfección de lo amado, pero sin coaccionar, porque aborrece las cadenas y las imposiciones. Entre sus características está la libertad basada en la consideración a la persona amada.

El amor evoluciona, no es estático, no toma asiento, madura paso a paso y solo esa transformación positiva le inyecta vida y esplendor. La ausencia de metas comunes en la pareja, en la familia o en la amistad, suele destruir al amor. En ocasiones sucede de forma imperceptible, pero inmisericorde.

Todo amor motiva, provoca ganas de avanzar y de hacer, anima, nos fortalece para enfrentar las adversidades y nos nutre de suficiente ecuanimidad para asimilar los éxitos. No hay amor sin discrepancias, porque el ser amado es diferente y, en consecuencia, la armonía de vez en cuando se quiebra, pero los tropiezos se convierten en experiencias que robustecen al amor. Los problemas se vencen por medio del diálogo y si conversando no se superan, el amor sabrá convivir con las dificultades.

El amor requiere de paciencia y delicadeza; la rapidez y las asperezas lo corrompen. Nadie ama lo desconocido y solo el tiempo, que incluso puede ser corto, enseña las virtudes y las debilidades de quien ha de acompañarnos hasta el final de nuestros días o de quienes forman parte de nuestro entorno.

Todo amor requiere capacidad de comprensión, así respira y crece. El egoísmo es incompatible con el amor. La sinceridad y el respeto mutuo son de sus elementos vitales. Quien ofende no ama. Tampoco ama quien denigra y maltrata a quienes rodean al ser que dicen amar.

En una relación, el que ama valora el amor que entrega y el amor que recibe. Es de doble vía. El amor completo es recíproco. Eso sí, no podemos negar que hay amores sinceros que no necesitan nada a cambio para alimentarse, como lo es el amor a un hijo o a una madre.

¡Dichosos los que se aman y están dispuestos a mantenerse juntos hasta la muerte, apoyándose, respetándose y agradeciendo a Dios por la felicidad que nace del amor!

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