La Gioconda de Da Vinci sigue siendo el retrato al óleo más conocido compitiendo, iconográficamente, solamente con el Che fotográfico de Korda

Todo el mundo sabe, o casi, que la tumba de Napoleón Bonaparte está en París y que no fue cremado, que eso no se usaba en ese entonces por la creencia de la llegada del día de los resucitados.
Supongamos que un genio español de la informática obtiene permiso para sacar el cráneo y mediante rellenos electrónicos realiza “el verdadero rostro del gran Napoleón”. ¿Cómo se puede saber cuántas capas y qué grosor hay que ponerle hasta llegar a la superficie correcta y así, obtener su retrato “inequívoco”? De hecho, eso se hizo con Jesús y resultó un carajo asustado como si estuviese camino a la silla eléctrica, con un peinado rock and roll y más cercano al Cromañón que a los humanos.

Con Simón Bolívar ocurrió lo mismo para, más que crear el auténtico Bolívar, tener una especie de logotipo, “el Simón Bolívar” de la Revolución Bolivariana. Eso ocurrió de Chávez hasta Maduro, cuando después del golpe del 2002 retiraron un óleo del patriota de autor desconocido.

Antes que se declarara que “todos somos artistas” había una cantidad enorme de pintores formados en escuelas de artes y academias donde se aprendía, entre otras cosas el difícil arte del retrato. Todavía sigue siendo difícil y muchos continúan en esa línea. Era una época en que la cámara fotográfica no había hecho su presencia como principal instrumento de “inmortalizar “al hombre.

Desde las mismas cavernas, el hombre siempre se preocupó por representarse y fuese cazando o persiguiendo animales, el propósito era el mismo: trascender.

En época de los faraones se inventó el método de momificación con el mismo afán de no desaparecer para siempre de la humanidad. Y esos pintores lograron un dominio del retrato que es completa y definitivamente incuestionable. Imagínese la suerte de algún pintor que no lograra el parecido de un rey, de un general o de un príncipe. No es difícil entender pues, que aquellos retratos consiguieron la inmortalidad de los modelos.

¿Podría, el mismo informático, genio… hacer un retrato, o el verdadero retrato de Napoleón? Ningún técnico podrá conseguir un mejor retrato que el que le hizo Jacques-Louis David.

En el caso de Simón Bolívar, tanto Gil Castro y Martín Tovar y Tovar, realizaron óleos del prócer venezolano.

En 1873, Tovar recibió un pedido de 30 retratos al óleo de próceres y personalidades. Para 1875, o sea, tan solo dos años luego, todos estaban listos. Esa destreza que aún se manifiesta en los retratistas callejeros era todo un poder dentro de las Artes Visuales.

La pobreza de Duarte le impidió posar para uno de esos genios que teníamos en cada país latinoamericano formados, en la mayoría de caso, en las academias de San Fernando de Madrid o en la de Rodophe Julián, la de Filippo Colarossi, o de Fernand Cormon de París. Las pocas pinturas de Duarte fueron hechas de la imaginación de los artistas como hizo Michelangelo con los Santos de la Capilla Sixtina.

Aunque la fotografía reemplazó al retrato personalizado, muchos pintores se sirvieron de ella para realizar sus óleos y paisajes complicados. Captar la esencia de un rostro, no solo necesita del talento, sino de la pasión y la práctica. John Singer Sargent, continuó con sus rostros a pesar de que ya la moda exigía “los tollos” y “garabatos” de la modernidad. Lo mismo hizo Bondini, quien no varió su saber hacer por más que los impresionistas “arrasaban” en el mercado de las artes, ya instalado en ese París de la Bohemia.

Joaquín Sorolla simplificó su estilo, sin abandonar sus trazos seguros y espontáneos que atrapaban de un jalón la luz, la exactitud del parecido.

Chuck Close seleccionó varios de sus amigos y a él mismo como tema de sus enormes retratos hiperrealistas, realizado con la seguridad del método de la cuadrícula.

Alex Katz no le hizo caso al abstraccionismo de moda de los años 60 y plasmó en sus telas rostros en dos dimensiones, con colores planos sin ningún tipo de luz, ni sombra y menos volumen.

Tom Deinenger, realiza unos rostros y figuras pegando elementos reciclados para conseguir un efecto en 3D sumamente creativo y original.

En México, los muralistas incluían amigos para ponerlos en las muchedumbres, que rodeaban a los líderes políticos pintados. Diego Rivera, incluyó a la misma Frida, sus hermanas, a Tina Modotti, etc., de la misma manera que se reconoce en el “Entierro de Ornans” a los familiares de Courbet, gente común del pueblo en una obra que marcó el paso hacia el Realismo.

Goya se encargó, como Pintor de la Corte, de retratar a los soberanos y sus caprichos, una reina feísima, tal y como era, porque tenía que parecerse como hizo Velázquez con su entorno Real, meninas y enanos incluídos. Todos quedaron inmortalizados, cuando esta palabra se convirtió en sinónimo de retratado y por eso conocemos a Cervantes, Shakespeare, Colón, los retratos de Washington de Stuart y el Kennedy de Norman Rockwell.

La Gioconda de Da Vinci sigue siendo el retrato al óleo más conocido compitiendo, iconográficamente, solamente con el Che fotográfico de Korda.

La destreza del retrato fue muy poco cultivada en nuestro país, a pesar de la insistencia de los refugiados españoles. La mayoría de retratos conocidos, a pesar del parecido al modelo son de muy pobre factura, con algunas excepciones, porque nos llegó el modernismo que dominó la escena del arte nacional y un círculo con dos puntos podía ser un retrato sin necesidad de dominar y conocer nada.

Esa es la huella en la Historia del Arte de los retratistas, son ellos que nos dieron a conocer a esas personalidades antes de que existiera la cámara. Negarlos es una aberración y un desconocimiento del arte.

Cuando José Gil de Castro hizo uno de sus retratos a Bolívar, éste en una carta a Sir Robert Wilson le escribió “…me tomo la libertad de dirigir a Ud. un retrato mío hecho en Lima con la más grande exactitud y semejanza…”

La representación artística del ser humano, será siempre un motivo de interés, hasta que se descubra la fórmula química que impida la vejez y la muerte.

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