Cada día inicia tan parecido al anterior, que a veces no sabemos hacer diferencias entre uno y otro.
La rutina, esa gran enemiga de los humanos, ese obstáculo entre nosotros y nuestros sueños, entre nosotros y nuestros proyectos, nos hace sentir por momentos que la vida se detiene.

Cada vez que inicia un nuevo día, muchas veces por las prisas con que nos levantamos de la cama, olvidamos que el que comienza es una bendición, una concesión de Dios, una oportunidad para seguir intentando ser mejores, para aprender nuevas y mejores maneras de hacer lo necesario para desplazarnos por este trayecto de la vida con pasos firmes y con una actitud positiva.

Abrimos los ojos, saltamos de la cama, corremos a tomar un baño, mientras nos arreglamos para salir a trabajar o a estudiar, apuramos una taza de café y comemos el desayuno sin saborear y sin sentarnos a la mesa.

Abordamos un vehículo, nos dirigimos a nuestro destino y al llegar al trabajo o a la escuela la prisa sigue llevándonos de la mano.

Pasamos por el lado de unos y otros y olvidamos regalar o muchas veces responder un saludo.

Vemos, pero no miramos a quienes están a nuestro alrededor. No podemos perder el tiempo. El deber nos llama.

Andamos tan de prisa que hasta las palabras amables van desapareciendo de nuestros vocabularios.

Nada ni nadie nos desenfoca. Estamos programados para agotar una agenda. Pensamos tontamente que estamos trabajando para nuestro futuro, pero solo estamos destruyendo nuestra salud y echamos a perder nuestra tranquilidad.

Cumplir y asumir con responsabilidad todas las obligaciones que asumimos, más que una virtud, es nuestra responsabilidad, pero no significa dejar de dar gracias cada día por tener 24 horas para disfrutar del sol, del aire, de la presencia de nuestros seres amados, de nuestros planes y proyectos hasta llevarlos a la realización.

Cada día con sus afanes, con sus complicaciones, con sus demostraciones de que alguien nos ama, es suficiente para agradecer abrir los ojos y no salir de la cama sin sentirnos inmensamente bendecidos.

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