La palabra “burguesía” es una de las más socorridas en los ambientes mediáticos y académicos y tanto se ha abusado de ella que son pocos los textos o artículos donde no aparezca, muchas veces sin razón alguna. Se le llama burguesía al grupo social integrado por personas de alto nivel económico, con negocios propios, como industriales, banqueros y ejecutivos de empresas grandes. Por lo general, a los profesionales liberales que viven del ejercicio de su profesión, les llaman burgueses. Esas personas son a las que llaman la “alta burguesía”.
Pero hay varios tipos de burgueses, por supuesto. Los sociólogos nos hablan de una burguesía pequeña o media, formada por aquellos que disfrutan de una buena posición económica, poseen inmuebles y otras propiedades, sin alcanzar a tener lo que poseen los de la primera. Hay también los pertenecientes a una burguesía menor, la llamada clase media baja, que suele recibir el mayor impacto de las devaluaciones y las crisis económicas.

El vocablo procede de la Edad Media y se les daba a los habitantes de los burgos, que eran ciudades o asentamientos humanos que dependían de actividades no relacionadas con la tierra; gente muy diversa con habilidades especiales para sostenerse por sí misma o con privilegios laborales reconocidos como los comerciantes, artesanos y músicos, entre otros. Eran grupos o personas que no estaban sometidas a los caprichos o al control de los señores feudales. El marxismo le confirió al término otra categoría social, asociándola a su papel en el modo de producción capitalista.

Víctor Hugo, el famoso autor de “Los miserables”, sostenía una opinión muy particular al rechazar la clasificación de la burguesía como una clase. “La burguesía”, dijo el célebre escritor,” no es más que la parte satisfecha del pueblo. El burgués es el hombre que ahora tiene tiempo de sentarse. Una silla no es una casta”. Tan original como sus obras.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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