La ideología de moda ha logrado modificar muchas cosas. Entre ellas, la percepción de lo que es un derecho. Y esto se refleja, muy particularmente, en el tema de la vivienda.
Lo tradicional era “tengo derecho a una casa, siempre y cuando la pague. Y quien me la venda o alquile tiene el derecho a cobrármela”.

Pero la nueva onda de los “derechos sociales” es otra: “por el mero hecho de haber nacido, merezco una vivienda. Y si no puedo pagarla, alguien debe pagarla por mí”.

Se favorece al que se arrima, sin pagar. Y se le pone el nombre de derecho. Pero es robo. El Estado le quita lo suyo a alguien para dárselo a otro. Y por supuesto el derecho del que trabajó y ahorró para comprar la vivienda, no cuenta.

En la misma dinámica se suman todos los demás derechos: a salud, a comida, a pensiones, al crédito público (y a no honrar tu compromiso si no puedes)…a todos, menos a que se respete la propiedad.

En España y en República Dominicana, por ejemplo, son prácticamente imposibles los desahucios (muy desagradables, pero concebidos para proteger al propietario); no puedes “echar” al que no te paga un alquiler, aunque seas una anciana que solo cuenta con eso para vivir.

Y los “okupas” son aplaudidos y se les justifica por ejercer su derecho social. El dueño de la vivienda ocupada que se aguante.
Vivimos ya en un mundo donde se incentiva y respeta la usurpación con retórica demagógica y sensiblera. Donde se castiga al ciudadano que se ha esforzado para producir lo suyo, que ha sido responsable y ha hecho sacrificios. Para arrimar a los que no (porque los pobres, no pueden, no lo logran, merecen solidaridad…).

A estos se les permite robar. Porque no sabrán producir para comprar un piso, ni ser responsables con sus cuentas.

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