Cada ocho de marzo se conmemora El Día Internacional de la Mujer. Este año el día fue domingo, así que desde el viernes comenzaron las felicitaciones y palabras de encomio a las féminas.
Flores, regalos y toda clase de reconocimientos para las damas, por el solo hecho de ser mujer.

A mí no me felicites por el solo hecho de ser mujer. A mí no me digas palabras de elogios porque así lo indica el protocolo de la fecha.

Creo que como yo, muchas otras pensarán igual.

Por eso, cuando digo a mí, me refiero a todas las que piensan igual. Me refiero a esas mujeres que saben que su valor y papel en la sociedad va más allá del género.

A mí, no me felicites porque cada ocho de marzo me celebren por ser mujer.

A mí, felicítame por mis logros, por mi constante preparación para enfrentar la vida.

A mí, la madre, regálame una sonrisa y una palabra de amor cuando te preparo cada mañana para que te vayas a la escuela, cuando mi café se enfría mientras me preocupo porque tu chocolate esté caliente cuando te sientas en la mesa a desayunar.

A mí, la profesional, valórame cada día cuando doy la milla extra para que en la oficina todo marche bien, cuando me empleo a fondo para llevar a la mesa del jefe soluciones, no problemas.

A mí, la esposa, la novia, reconóceme con tu amor, solidaridad, empatía y fidelidad mientras caminemos juntos por el camino que iniciamos con una primera mirada y el compromiso que sellamos con un beso.

A mí, la estudiante, hazme sentir tu apoyo y compañía cuando paso noches enteras entre libros y cuadernos preparándome para un examen.

A mí, el ser humano, hazme sentir que como sociedad no todo está perdido, demuéstrame que vale la pena estudiar y prepararse para obtener las oportunidades que me permitan alcanzar el bienestar esperado. Asegúrame que si mi preparación y capacidad cumplen con los requisitos requeridos para una posición, la obtendré con los mismos beneficios que los hombres y no por mi belleza y juventud.

A mí, no me dispensen un trato favorable por mi “sexo débil”, para luego hacerme entender que en algún momento tendré que devolver el favor.

No me regales nada, solo espero recibir lo que merezco. Solo merezco aquello por lo que trabajé y me preparé. Lo demás constituyen favores no deseados, limosnas inaceptables.

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