Con una paráfrasis de un archiconocido verso de Pablo Neruda como título, la periodista Margarita Cordero debuta en la novelística dominicana cosechando reconocimientos de la más exigente crítica local. En la entrega pasada planteábamos nuestro desacuerdo con la calificación de “novela feminista” con que Giovanni Di Pietro encasillara a Nosotras las de entonces, definición que ni el prologuista Diógenes Céspedes llegó a sustentar, pese a reconocer la militancia de la autora en el feminismo desde sus años universitarios. La obra es, más bien, un inventario narrativo de los acontecimientos históricos conocidos como “La Revolución de Abril de 1965”, desde la perspectiva nostálgica de mujeres que vivieron en cuerpo y alma sus peripecias. Se trata de un relato fenomenológico con un marcado esfuerzo de sinceridad, hasta llegar incluso a la autocrítica.
El recurso epistolar, cultivado por el francés Choderlos de Laclos, en Relaciones Peligrosas, y más recientemente por la norteamericana Alice Walker, en El color púrpura, le sirve a Cordero para representar con Mujer Uno, Mujer Dos y Mujer Tres, al universo total de mujeres anónimas que participaron en la Revolución sin apenas dejar sus nombres grabados en las múltiples historias que se contaron después. Desde el llamado de Peña Gómez al levantamiento contra el gobierno del triunvirato hasta la llegada de los yanquis, solo brillan los nombres de Caamaño y Montes Arache, quienes enfrentan las huestes de Wessin más por honor que por convicciones políticas o ideológicas.
“Feministas” o “tradicionalistas”, lo que se observa en Nosotras, las de entonces son mujeres que asumen la vida revolucionaria a partir de su ubicación clasista. Las estudiantes Sabrina y Mabel viven el fenómeno diferente a la prostituta innominada, sin “pasado” ni “futuro”, a la que le daban risa “esas mujeres estudiadas que iban a los cabareses dizque a aprender cómo es que se divertía aquí la gente del pueblo, privando en liberadas y esas vainas, o dizque para estudiar y después escribir libros sobre el patriarcado…”. Esta novela recrea estéticamente un Abril secreto digno de estudiarse.
