El pasado 28 de febrero el presidente de China, Xi Jinping, en conversación telefónica con el presidente de Cuba, Miguel Díaz Canel, reconoció y agradeció la colaboración prestada por la pequeña isla del Caribe en el enfrentamiento de la epidemia de coronavirus. Con palabras sinceras dijo que era una muestra de la “profunda amistad tradicional que une a ambos pueblos”, desde el establecimiento de las relaciones diplomáticas, hace ya 60 años.

Las acciones solidarias de Cuba son conocidas en todo el mundo. Brigadas médicas cubanas han estado entre las primeras en arribar a zonas de desastres, como ocurrió durante los terremotos en Haití y Nepal. Miles de médicos cubanos prestan ayuda internacionalista a decenas de países del mundo, especialmente en áreas pobres, rurales y apartadas, donde pocos médicos nativos suelen prestar sus servicios. La Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM) ha formado, desde su fundación en 1999, a más de 29,000 médicos procedentes de las clases más humildes de alrededor de cien países.

Lo que asombra en el caso de China es que un pequeño país del Tercer Mundo, sometido desde hace seis décadas a un ilegal e inmoral bloqueo norteamericano que afecta su economía, provoca sufrimientos a su pueblo y ha fracasado en el intento de poner de rodillas a los cubanos, haya sido capaz de brindar significativa ayuda al gigante asiático y, especialmente, con productos médicos de primer nivel mundial y probada eficacia, como es el caso del interferón Alfa 2B, recomendado por las autoridades sanitarias chinas para combatir al coronavirus COVID-19, en primer lugar, entre otros 30 medicamento ya probados.

Autoridades de la industria farmacéutica cubana acaban de declarar que el interferón Alfa 2B forma parte de un grupo de 22 que pueden ayudar a combatir la pandemia, y que en el caso chino fue de gran utilidad el que una empresa mixta lo estuviese elaborando en ese país desde hace varios años. Se dio a conocer también que 15 países, entre ellos Italia, donde la primera brigada médica llegó a Roma, que solitó a Cuba colaboración médica y acceso al interferón cubano, así como también con la República Bolivariana de Venezuela.

¿Cómo se ha llegado a esta situación donde, en medio de la incertidumbre y el temor surge en esta isla del Caribe una llamita esperanzadora para centenares de miles de enfermos de todo el mundo? ¿Qué ha permitido que el medicamento biotecnológico cubano haya estado disponible en el momento preciso, a pesar de que la administración Trump, no solo no ha levantado el bloqueo de alimentos, combustibles y medicinas en medio de la crisis, sino que hace todo lo posible por recrudecerlo?

En 1965, por iniciativa del extinto Comandante Fidel Castro es fundado el Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNIC), que acogió a decenas de jóvenes médicos interesados en las investigaciones. Otros fueron enviados a países europeos a formarse en laboratorios con alta tecnología. Siguiendo esta línea de potenciar la ciencia nacional al servicio de los ambiciosos planes de salud pública, surgieron varios centros, el más destacado de ellos el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, donde se produjo interferón en 1981, para combatir una sospechosa epidemia de dengue que asolaba al país, por primera vez en un país del tercer mundo. Lo que estamos viendo aquí es el fruto de la previsión de Fidel, y su visión a largo plazo; es el resultado de la política humanista de su pueblo y de su vocación de estudio y trabajo en pro del bienestar de todos, no concibiendo las ciencias ni la medicina como un negocio lucrativo, sino poniéndolos al servicio del ser humano, sin distingo de clase social, raza, creencia religiosa o ideología.

Cuba y China acaban de protagonizar un hito en la solución de un grave problema de alcance mundial, que está haciendo colapsar los sistemas de salud y a los propios gobiernos de diferentes continentes. Nada de eso hubiese sido posible sin solidaridad y humanismo.

A partir de estos principios básicos de solidaridad y humanismo del Gobierno de la República de Cuba y teniendo presente las buenas relaciones existentes entre los gobiernos de la República de Cuba y la República Dominicana, tomando en cuenta la dimensión que ha tomado esta pandemia y la heroica decisión que ha tomado y seguirá tomando nuestro gobierno, es oportuna la ocasión para que nos auxiliemos de la solidaridad de Cuba y de los medicamentos interferón Alfa 2B, para enfrentar la dramática realidad en que la próximas horas se va desarrollando en nuestro pueblo.

Esa es la gran lección que debemos recordar cuando la pandemia sea vencida y quede como un doloroso recuerdo en la memoria colectiva: el futuro de la especie humana dependerá de la cooperación y no de la competencia egoísta y feroz por las ganancias, ni excluyendo a nadie los frutos de la inteligencia humana.

La salud es un derecho humano, con el que no se puede comercializar. Es lo que China y Cuba acaban de probar.

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