Pero, ¿por qué seguir preguntando? ¿Por qué tanta necedad? ¿Por qué algunos analistas (locales) insisten en no reconocer la realidad que marca la historia del boxeo mundial?
Las interrogantes que dan inicio a este artículo vienen a cuento a propósito de la consulta que de manera constante, me hacen fanáticos sobre la calidad de los boxeadores que han trabajado en el llamado deporte de los puños enguantados.

Me refiero a toda la historia del boxeo, incluida la que concierne a las épocas modernas, digamos las décadas de los 70, 80, 90 y 2000, donde brillaron estelares púgiles.

Y ratifico de nuevo esta acotación gramatical, que raya en la normativa semántica: no confundir la significación del vocablo mejor y grande.

Preciso: No es lo mismo usted decir, -en el segmento de los deportes- “el atleta fulano de tal es el mejor del mundo”, que escribir -o decir- “el atleta mengano de tal es el más grande de la historia”.

Pero vayamos a lo concreto: Sugar Ray Robinson -y así lo certifico en uno de mis libros que titulo Ranking Mundial del Boxeo- ha sido el mejor boxeador de todo el universo libra por libra… ¡o kilo por kilo, como prefieran bautizarlo!

No se confundan

No es lo mismo escribir que “Sugar Ray Robinson ha sido el más grande boxeador de todos los tiempos”. Porque él no ha sido el más grande peleador de la historia.

Sí, sin ninguna pizca de duda, Robinson ha sido -y esta opinión la tienen los más connotados expertos e historiadores del boxeo- el púgil más capacitado de todo el orbe.

Robinson, cuyo nombre de “pila” era Walker Smith, terminó con impresionante registro de 102 peleas profesionales de las cuales solo perdió 19. De esas derrotas unas 13 o 14 las sufrió en el ocaso de su carrera.

Fue sólido campeón en dos divisiones: Welter y mediado. Pero en mediano brilló como ningún otro peleador. Para muchos ha sido el más brillante púgil en esas dos categorías. Y como boxeador aficionado tuvo una límpida foja de 85-0. ¡Sensacional!
Sigo en la segunda entrega.

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