Las celebradas elecciones municipales -del pasado domingo- dejaron a la sociedad dominicana varias lecciones democráticas, cívicas; pero también, de políticos y partidos marrulleros, las primeras de ellas: a) que, de los partidos, el que tiene más civilidad democrática es el PLD (A propósito, el Presidente Danilo Medina -el más votado en nuestra historia política-electoral contemporánea-, obtuvo casi un 62%-2016; y aún no ha sido felicitado), b) antes y durante de la campaña la oposición llevó la voz cantante en la fabricación de noticias falsas y “tendencias electorales” de percepción pública a la que medios y pseudos-periodistas “analistas políticos” -o más bien, “políticos de la secreta”- se prestaron (¿…?), incluso, mientras la JCE daba los boletines, hablando de “tendencias irreversibles” con apenas el 8% de colegios computados (¡eso daba vergüenza!), c) celebraciones de victorias adelantadas con el 20% de los votos computados; y, lo peor de todo, d) la declaración-proclamación de ganador de las elecciones, hecha por Luis Abinader -en franca violación a la ley electoral (¡ojo!)- faltando el 62% de la votación nacional por computar, y lo más curioso, que tal proclamación-publica, no mereció ni un solo llamado de la JCE.

Sin embargo, excepción unos que otros encientes de violencia, denuncias y apresamientos -por delitos electorales-, la jornada electoral, a pesar de los augurios de “fraude” y turbulencias sociales que anunciara una minoría ultraderechista-trujillista, todo transcurrió en calma y paz; y el partido que no fue favorecido mayoritariamente -el PLD- aceptó, sin chistar ni resquemor, la voluntad soberana de los ciudadanos expresadas en las urnas. Lógicamente, estamos hablando, de partido a partido -PLD-PRM-, de una diferencia -hasta ayer- de un 3% porcentual; aunque en término de concentración poblacional el PRM y aliados se alzaron con la victoria. De donde se desprende, que el ex presidente -y su Fuerza del Pueblo- no pudo romper la polarización PLD-PRM, exhibiendo un pírrico desempeño electoral y voz disociadora del proceso, pues trató, por todos los medios, de que los espacios de diálogos y concertación colapsaran, incluso, en esa “prédica”, llegó a desconocer una figura constitucional-jurídica consignada en su propia Constitución-hechura de 2010. ¡Ahora, anda, por ahí, queriéndose vestir con ropa ajena!

No obstante, es evidente que el PLD, de cara a mayo-próximo, debería plantearse una reingeniería en materia de estrategia, relevo de liderazgos de campaña, comunicación efectiva de redes sociales e internet -leyéndose “las cartas entre gitanos”-, empatía y sintonía con el palpitar de la gente –barrios, campos y ciudades (¡y ultramar!), empoderamiento de sus cuadros de bases y, por supuesto, una profilaxis sobre quién es quien y dónde está.
Finalmente, ojalá la oposición no quiera hacer política con el Coronavirus. ¡Dios no lo quiera!

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