Estos son días difíciles para todos, incluso para los niños más pequeños que no comprenden del todo por qué los tienen encerrados, sin acudir a las escuelas, distantes de los parques o de los lugares de entretenimiento. Y perciben, según edad, parte de la realidad, pues no la entienden totalmente, pero igual, son sensibles a lo que acontece, se hacen y hacen preguntas que no siempre reciben las mejores respuestas. Pero ellos, como humanos, están sometidos a las condiciones impuestas por la cuarentena.

Los jóvenes, igual tienen motivos para incomodarse. Y ni hablar de aquellos ciudadanos que dejaron sus centros laborales para encerrarse en sus viviendas. Los primeros días encuentran tiempo para leer, organizar cosas y resolver cuestiones del hogar, pero al tercer día, empiezan a sentir el peso del enclaustramiento.

A los mayores los impactan otros sentimientos, preocupaciones por la naturaleza letal de un virus que la humanidad no sabe cómo enfrentar, cómo atenuar sus efectos que pueden terminar con la vida. Imagínese el cuadro de los adultos mayores, las personas que sobrepasan los 60 años de edad y que padecen enfermedades catastróficas. Es inevitable que se sientan potenciales víctimas mortales. Y eso va más allá del rigor del enclaustramiento. No se sienten seguros ni siquiera en sus propias viviendas.

A ellos los perturban todas esas informaciones no siempre bien concebidas que desorientan acerca del COVID-19, y es inevitable que padezcan angustia, ansiedad, y somaticen esos estados. El ánimo queda perturbado de una u otra maneras.

Y ni hablar de aquellos ciudadanos que por la naturaleza de sus profesiones u oficios deben continuar en las calles, en sus centros laborales, salvando vidas, cumplimiento misiones o llenando necesidades importantes para los demás.

A todos, a los pequeños que no alcanzan a comprender, a los más jóvenes que sufren “la prisión del hogar”, a los mayores confinados, y a aquellos expuestos en el trabajo, les enviamos un mensaje de esperanza, que mantengan la calma en medio de esta tormenta, persuadidos de que en algún momento amainará.
Y sobreviviremos.

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