Una meta de vida que se renueva continuamente en la gente es “lograr la felicidad” llegar al clímax de la vida, alcanzar esa efervescencia que nos pondrá en el tope de la montaña rusa, no sin antes pagar las tarjetas de crédito, controlar “x” enfermedad, casarme, Sin embargo, cuando tenemos a Dios, viene la felicidad a visitarnos precisamente para amortiguar esos momentos difíciles e incompletos de nuestra existencia. Podemos ser felices al aceptar que la felicidad es en esencia el saborear las sodas de la vida cuando son dulces, frías, o amargas, porque la mayor felicidad es ser sensibles, sanos y sobrios. Ser feliz es reconocer que cuando no podemos resolver humanamente las situaciones difíciles, ¡Dios sí lo hará!

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