La sociedad tiene dos desafíos que se entrecruzan y compiten a cada cual más importante para su porvenir inmediato.

Superar la epidemia del COVID-19, y celebrar elecciones justas, devolverán el sosiego ciudadano y apuntalarán la gobernabilidad política y social, hoy bajo un manto de incertidumbre.

Para que haga frente con sabiduría y eficacia a la epidemia que tiene aprisionado y atemorizado al pueblo, al presidente Danilo Medina se le otorgaron poderes excepcionales.

La contingencia ha puesto a su responsabilidad cuantiosos recursos, y la administración de controles fronterizos con el umbral de los derechos ciudadanos.

Los resultados de las elecciones municipales, ganadas por la oposición, aumentan la ansiedad gobiernista, resistida a aceptar los designios de una contundente mayoría del pueblo que no los quiere más en el poder.

Esa ansiedad se vuelve angustia cuando al decir del presidente Medina, al ganar la oposición las municipales, quedó a las puertas del poder.

Es muy fuerte la tentación que deberá resistir el Presidente de usar o permitir el uso político, ilegal, favorecer intereses particulares con los recursos de todo tipo que pone en sus manos la responsabilidad de encarar con éxito el Covid-19.

Y la tentación también de intentar acudir a cualquier tecnicismo –como inducir abstención, que ya ocurrió en las municipales– para manipular lo que deben ser libérrimas elecciones congresuales y presidenciales de mayo 17, a celebrarse conforme el mandato constitucional, como apropiadamente ha expresado la JCE.

Hacinada en sus casas, impedida de buscarse las boronas que les arrebata el paro laboral y comercial, y atemorizada por la amenazadora ofensiva de COVID 19, en extremo vulnerable por la deficiencia del sistema sanitario, una gran mayoría del pueblo está en una tensa indisposición que puede reaccionar explosivamente ante cualquier error del gobierno.

El PLD ha diseñado y ejecutado a su antojo sus fracasadas políticas de seguridad ciudadana, de endeudamiento y déficits fiscales, deficientes servicios públicos y negativa a concertar los pactos fiscal y eléctrico, dejando la economía en vulnerabilidad y en fragilidad la gobernabilidad política y social.

Cualquier señal que pueda ser interpretada como otro de los abusos que caracterizan la forma medalaganaria de gobernar del PLD, puede servir de detonante a la tensa calma chicha que en términos de irritabilidad social estamos viviendo.

Por ejemplo, ahora que con el Coronavirus se elevan exponencialmente las carencias y necesidades del pueblo, es aberrante que el gobierno del PLD continúe dilapidando en su promoción política entre 10 y 15 millones de pesos diarios en publicidad.

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