Nadie sabe si nació como un virus normal, o si fue una mutación fatal, pero sabemos que nació. Nadie sabe si creció en un pangolín, en un murciélago salvaje, o en pollos de raro plumaje, pero sabemos que creció. Nadie sabe si migró de manera casual desde un mercado de comida oriental, o si migró de forma intencional, pero sabemos que migró. Nadie sabe si llegó en noche fría, o en tibio día, y si llegó acompañado de oscuridad, o escoltado por claridad, pero sabemos que llegó. Nadie sabe si este es sólo el génesis viral, o si es el apocalipsis total, pero sabemos que al igual que a la vieja tisis, muchos creyentes ven en esta peste de Wuhan (COVID-19) el génesis del apocalipsis.

Apareció, rápidamente se propagó, y de repente hubo que aislar a todos en Wuhan, y allí todo cambió, pero eso no impidió que el virus saliera de China y se extendiera hacia otras regiones vecinas en Asía, y que luego migrara como plaga nocturna medieval que cubría al eurocontinente ancestral, donde luego de hacer escalas aeroportuarias viajó por avión a toda América y a toda nación, y pareció que fue una larga noche y un largo día, y sorpresivamente con la luz del nuevo día el mundo despertó en medio de la peor pandemia de los últimos 100 años, como si estuviese escrito en forma de profecía fatal que el tramo final de la segunda década de cada nuevo siglo debe ser un período mortal.

Y ante esta nueva amenaza mortal el mundo entero se ha tenido que enclaustrar, desde grandes territorios continentales hasta pequeños territorios insulares, con el agravante de que la nueva sintomatología viral es muy similar a la vieja sintomatología gripal, y ahora quien tose de manera normal, o quien estornuda por irritación nasal, genera una estampida total, ahora todos los que tosemos somos sospechosos como los antiguos tuberculosos, ahora si usted ha estornudado nadie quiere estar a su lado, ahora quien llega a la clínica o al hospital con sintomatología viral recibe el mismo rechazo vergonzoso que recibía un antiguo leproso, y todo por culpa de un microvirus que nadie ve llegar, y nadie ve entrar, pero que aunque en el 80% de los casos pasa como una gripe normal, ha adquirido la mala fama de ser potencialmente mortal para el segmento poblacional de edad muy avanzada, o de inmunodeficiencia comprobada porque su sistema inmunológico ya no responde igual ante un explosivo ataque viral; con el denigrante agravante de que quien muere por esta causa viral no puede recibir su último adiós en funeral familiar, para no contagiar, es decir, que quien muere por el virus, muere solo, y es enterrado solo, o cremado en el olvido porque el funeral concurrido está prohibido, y si muere en el hogar el departamento de sanidad viene a fumigar para desinfectar.

Este nuevo e invisible virus ha tenido capacidad y autoridad para cerrar grandes y pequeños gobiernos, grandes y pequeñas empresas, industrias, escuelas, hoteles, restaurantes, iglesias, estadios, teatros, sistemas de transporte aéreo, terrestre y marítimo, y hasta medios de comunicación han tenido que recurrir a la opción de usar el hogar como base de transmisión; pero mientras permanecemos en cuarentena la plaga mortal se expande a nivel mundial, sin que nadie le pueda parar, contagiando hasta hoy a más de 700 mil personas, y matando ya a más de 32 mil, donde el 65% de los casos confirmados se han reportado en Estados Unidos, Italia, China, España y Alemania, países que hacen esfuerzos por encontrar medicamentos y vacunas que frenen el brote explosivo.

Y dentro de esa búsqueda de medicamentos, Estados Unidos y Francia, con apoyo presidencial y de autoridades de salud, priorizan el uso de Hidroxicloroquina combinada con Azitromicina; mientras China, Italia y la República Dominicana priorizan el uso del Tocilizumab para casos críticos de neumonía agravada por insuficiencia respiratoria, quedando demostrado que ningún país estaba hospitalariamente preparado para una pandemia, pues naciones muy ricas, como EUA, han admitido que les faltan ventiladores respiratorios, camas en hospitales y morgues.

Ya en la República Dominicana sobrepasamos los 850 casos confirmados como positivos, donde el 77% se concentra en 4 demarcaciones: Distrito Nacional (376 casos = 44%), provincia Santo Domingo (101 casos = 12%), provincia Santiago (97 casos = 11%) y provincia Duarte (83 casos = 10%), aunque los mayores índices de contagios por cada 100 mil habitantes están en el Distrito Nacional (36 de cada 100 mil) y en la provincia Duarte (28 de cada 100 mil), lo que sugiere especial atención a la población del Distrito Nacional y la provincia Duarte, donde la mejor forma de controlar los brotes es aumentando la densidad del muestreo rápido, tal y como lo hicieron en la comunidad de Vo‘, región de Véneto, Italia, donde las autoridades frenaron el brote explosivo del covid-19 aumentando la cantidad de pruebas para identificar quiénes estaban enfermos y quiénes estaban sanos, para inmediatamente aislar y tratar, en centros hospitalarios, aquellos casos agravados, y recibir, sin ninguna restricción, a ciudadanos con fiebre, tos y malestar asociable a esta peste de Wuhan producida por un nuevo coronavirus que ha traído viejos horrores de pandemias propias de un lejano pasado que creíamos ya superado.

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