No siempre un intelectual de profunda formación es también un gran escritor. Participar en el debate, poner ideas a circular de forma enjundiosa, sea desde la prensa con los hechos del instante, o con libros de largo alcance de más profunda reflexión y, a la vez, ser un creador que atrape al lector y lo lleve de la mano por mundos ficticios que parece que suplantan a la realidad, en novelas y cuentos tan bien estructurados que dejan la sensación de que “solo de esa forma y con esas palabras pudo ser escrita esa historia”, es una combinación no tan frecuente.

Al respecto, Pedro Henríquez Ureña sería un claro ejemplo de intelectual puro (aunque de joven escribió poesías) y, García Márquez, de escritor excepcional. Pero, en Mario Vargas Llosa se da la unidad de ser: un intelectual de impacto global y un escritor del máximo nivel. Personalmente, aunque no siempre coincido con el núcleo duro de sus ideas, prefiero al Vargas Llosa intelectual, al ensayista de largo alcance.

Ideológicamente, Vargas Llosa pasó de una defensa de la Revolución Cubana, en la década del 60, a un critica a la misma, cada vez más extrema, desde la década de los 70, del siglo pasado, luego del impase del “Caso Padilla”, donde al poeta Herberto Padilla, por hacer “algunas críticas a la política cultural del régimen”, fue “primero atacado con virulencia por la prensa oficial y luego encarcelado, con la acusación disparatada de ser agente de la CIA” (MVLL, La llamada de la tribu, p. 17). Esto motivó una misiva de protesta al régimen cubano, entre los cinco redactores estuvo Vargas Llosa.

Esto llevó a Vargas Llosa a un periodo de incertidumbre y revisión ideológica que duraría varios años. Por la época vivía y enseñaba en Inglaterra y allí gobernaba Margaret Thatcher (1979-1990), y en los Estados Unidos, Ronald Reagan (1981-1989).

Este cambio ideológico, el reconocimiento del liberalismo político y la recepción de las ideas de autores fundamentales de este tendencia, ayudaron al hoy premio Nobel a encontrarse con las ideas que defiende en la actualidad en el debate público mundial y, como agradecimiento o reconocimiento a estos autores que él considera fundamentales, escribió el ensayo titulado: “La llamada de la tribu” (2018).

En el texto aborda las ideas básicas del liberalismo, desde la biografía y bibliografía de los que considera los autores fundamentales del mismo, con los que más se identifica o los que han dejado más honda huella en su pensamiento.

El autor despliega una gran admiración por los autores tratados, incluso algunos los llegó a conocer y relata con emoción esos encuentros. Otros, fueron un destello de luz en épocas de desconcierto ideológico y lucha política, según Vargas Llosa.

El libro, especie de biografía intelectual del Nobel, empieza valorando la figura de Adam Smith (1723-1790), sigue con José Ortega y Gasset (1883-1955); luego con Friedrich August von Hayek (1899-1992), Sir Karl Popper (1902-1994), Raymond Aron (1905-1983); Sir Isaiah Berlin (1909-1997); y termina con: Jean-Francois Revel (1924-2006).

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