Hará un año y tanto que, algo incrédulo, oía como algunos amigos, teóricos y compañeros de partidos daban por infalibles -que nunca se equivocan- a líderes, estrategas, partidos, cúpulas y sabiondos de la política en sus apreciaciones rosas o de final feliz.

Para poner en un ejemplo gráfico-didáctico, pongamos el de un partido político, equis, que entra en un proceso de campaña interna -convención-primarias- y, de pronto, los debates se van saliendo de causes para entrar en luchas antagónicas; y ante ello, “analistas” y simpatizantes, equivocados, confunden eso con dimes y diretes “normales” o suerte de estrategia de simple radicalización, cuando en realidad se ha entrado en una fase que suelo llamar de puentes rotos y donde el final -de “novela rosa”- termina en rompimiento-división, entonces, aquellos -que creían infalibles a líderes y “analistas profesionales”-, comienzan a preocuparse porque su espejismo, de confianza excesiva, le estalló en sus narices….

Creemos que algo parecido está ocurriendo en el PRM, sus líderes y candidatos que, hasta hace poco, se creían infalibles o victoriosos, pero ahora -que Gonzalo Castillo luce dueño del escenario político-electoral-, entonces, unos, reaccionan con insultos o bravuconadas (“…truene, llueve o ventee…”), otros, con fabricación, frenética, de encuestas caseras; y unos últimos (papagayos en descrédito público) con advertencia de sometimientos judiciales y enseñoramiento, todos juntos, en procura de tres fines: intimidar al adversario, revertir percepción pública desfavorable; pero, sobre todo, radicalización de su voto duro.

Es casi seguro que el cuadro o situación política-electoral anterior, es la realidad actual del PRM que, en medio de la pandemia -o “momentum”-, candidato y partido se han desplomados, y prueba de ello es, que, ese partido ha puesto toda la carne al asador: andan todos en las calles -candidatos, dirigentes, bocinas y estrategas- contagiados, aunque no lo admitan, del ritmo que ya Gonzalo marcó en esta campaña y alcanzarlo será sumamente difícil, pues, es su hábitat natural -manejar crisis y desplegar gerencia efectiva-; pero ahora, con un ingrediente nuevo (favorable a Gonzalo): que ya la gente lo identificó como el líder adecuado para ganar las elecciones -julio 5- y, post agosto-16, transitar, airoso, lo que quede de la pandemia -y reencauzar el país- con un timonel seguro y diestro.

De modo, que ya la suerte está echada: a Abinader no le queda de otra que ir tras del Penco o morir -políticamente- en el intento, como viene marcando la tendencia-percepción electoral cuasi irreversiblemente… (el de Abinader, visto pedagógicamente, es un patético ejemplo de cómo se pasa de la ofensiva a la defensiva).
Y a los demás -candidatos-, les queda (honrosamente): mirar desde las gradas, retirarse o, sumarse. ¿Se oye?

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