Se jura ante Dios, ante la justicia, ante la bandera y ante todo lo que conlleve una obligación o compromiso que se asume definitivo. Aquí se jura y juramentan como beberse un vaso de agua, más liviana que cualquier otra bebida. La jura sin embargo no pierde vigencia. Se usa una y otra vez. Los políticos de nuevo la sacaron de su lar sacramental y la han convertido en instrumento de campaña. Uno comenzó con un grupo que a lo poco dijo que si bien levantaron la mano, no juraron, como si hubiese sido un montaje o engaño, y desde entonces los juramentos se han multiplicado como la verdolaga, antes de que se consumiera como ensalada.