Los de Joao que siguen asesorando la campaña del PLD, han venido con una última pará: el coronavirus cambió la realidad política, por lo que Gonzalo subió en unos puntitos su anémico posicionamiento electoral.
Pusieron en tan insostenible tarea a los opinólogos Héctor Guzmán, Euri Cabral, y Temístocles Montás, muy independientes ellos.

Fracasado el encargo de esos tres mosqueteros, buscaron de emergenta a Margarita, no por candidata vicepresidencial, pues como tal va cuesta abajo en su rodada con Gonzalo y el PLD sino como Vicepresidenta que anuncia tener muchísimas bases de datos con los números de cédula para identificar a quién le dan y a quien no le darán la comidita, el menudo y los bonos del plan social, con la amenazadora esperanza de que estén agradecidos y prestos a votar PLD.

La señora trae arma en ristre una de las llamadas “encuestas de sastre”, porque les ponen números, cortan, zurcen y pegan a conveniencia del que paga.

Según el cuento ahora de Margarita, el 70% de dominicanos que quería un cambio, antes del coronavirus, ya no lo quiere. La mayoría que antes tenía como su principal preocupación la corrupción, porque se lleva el dinero que corresponde a ellos y a sus hijos, ahora quieren que siga la corrupción.

Que ahora la gente quiere que Gonzalo calle ante los señalamientos de que manejó obras sobrevaluadas de Odebrecht, que despachó 11 mil 500 millones de pesos de manera irregular. Que calle ante los papeles de Zapete, mostrando que también otorgó irregularmente un contrato de RD$ mil millones a una hermana del Procurador.

Que cambió el rechazo del 70% del electorado al PLD y sus candidatos, por la corrupción, la impunidad y el descalabro de los servicios públicos.

Que cambiaron los jóvenes de la Plaza de la Bandera y las mujeres de clase media que a cacerolazo limpio rechazon al PLD y que, también, cambió el 4% de los perredeístas ahora del PRM, del 5.8% que en las pasadas elecciones votó por el aliado del gobierno.
Talvez los fracasados en el intento no quieran recordarlo pero Peña, Bosch y Balaguer son los líderes de mayor influencia y pegada del país, y lo fueron ”sin darle un chele a nadie”.

Cuando en 1978 llegó la hora del Cambio y los guardias trataron de impedirlo sembrando el terror político; cuando atiborraron los barrios y campos de dádivas con fines políticos, como hace ahora ilegalmente Margarita, el pueblo les gritó: “Les cogimos la fundita, y no somos reformista”, y ¡zas!, llegó el cambio con don Antonio.

Claro, eso no lo saben los cariocas.

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