Desde hace semanas vengo desarrollando la teoría que el país vive una tormenta perfecta.
Soy un fanático de los aviones. Aclaro, que los únicos que he tenido cuando niño, los de papel y ya hace muchos años los ensamblaba y volaba a control remoto. Pero la aviación ha sido siempre una de las maravillas creada por el hombre, capaz de desafiar la fuerza de la gravedad con miles de toneladas de hierro, transportar pasajeros y cargas; pero donde una fatalidad no es responsabilidad de una sola persona, por el contrario, es un cúmulo de errores y descuidos de muchos.

Algo parecido está ocurriendo en nuestro país, una pandemia que no es culpa de nadie, pero se extendió más de lo debido porque un día de febrero nuestras instituciones fallaron. Rápidamente, gobierno y oposición quisieron buscar culpables, llegó la OEA y rindió su informe, posiblemente quedará como en muchos accidentes de aviones que, a pesar de encontrar la caja negra, se tarda mucho en establecer responsabilidad y se queda en un comunicado o pago de los seguros.

De nuevo el ejecutivo solicitó ampliar el periodo de emergencia y como en las anteriores solicitudes, la Cámara de Diputados reduce el término que solicita el ejecutivo. Los políticos del gobierno critican a la oposición por la reducción del plazo, alegando que no tienen dolor por el pueblo. Con este argumento, parecería que la pandemia no ataca a la oposición ni a sus familiares. La oposición dice que el gobierno quiere mantener la declaratoria de emergencia porque hace política durante el toque de queda mientras a otros se restringe la circulación como debe ser para todos.

Para dejar claro a la oposición y al gobierno con relación de las declaratorias de emergencias, copio un párrafo de una declaración de FINJUS, muy apropiada para las diferencias que suscita dicha declaratoria entre gobierno y oposición: “Debemos aclarar que el estado de emergencia no subvierte el orden constitucional. En la inmediatez de la emergencia, no podemos seguir dilatando el cumplimiento de los mandatos constitucionales y legales que procuran asegurar una mayor racionalidad y eficiencia en la administración pública en beneficio de la ciudadanía”.

En medio de esta pandemia tenemos un nuevo proceso electoral con fechas constitucionales, que unos dicen que el gobierno aprovecha la crisis para beneficiar su candidato, la oposición pide un diálogo que no se da, los comerciantes amenazaban con abrir esta semana con autorización o sin ella.

Actitud desesperada por la situación económica y la competencia desleal al haber permitido a grandes negocios, que por su estructura no sólo venden comida, también artículos ferreteros, ropa, etc., además fueron los beneficiados de los bonos alimenticios.

La alocución del Presidente este domingo pasado tranquilizó a pequeños, medianos y grandes empresarios, con la apertura por etapa de forma muy organizada, como debe ser.

Esta primera etapa es fundamental que la población continúe comportándose como hasta ahora; la normalidad nunca será como la conocimos y mucha razón tuvo el Presidente Medina al decir “seremos mejores porque hemos aprendido de lo que somos capaces, en lo grande y en lo pequeño, en nuestro hogar y frente al mundo”.

Esto debe permitir arribar a un gran acuerdo político que ponga a un lado las diferencias y apetencias personales y pensemos que lo que tenemos por delante no será fácil, serán meses, años… antes de recobrar lo que llamábamos normalidad. La inequidad social es cada vez mayor y recordemos que ningún hombre es una isla y en todas las sociedades lo que cualquier persona haga puede beneficiar o afectar a los demás.

Esta apertura gradual de la economía, tal como pidió el Presidente, debe ser ordenada para no retroceder en los niveles de infección; los comerciantes que amenazaban con rebelarse y abrir sin autorización, deben ser los primeros en exigir cumplir las normas de distanciamiento social y número de empleados por tipo de negocio. De esto dependerá no sólo el empleo, también el poder ir avanzando a las demás fases. Hoy debe llevar tranquilidad a muchos hogares, esa misma tranquilidad debe reinar en el orden político.

Es vital para las generaciones presentes y futuras que esa tormenta perfecta, que parecería asomarse sobre el horizonte, trabajemos de la mano gobernantes y gobernados para que sea un triunfo de todos.

Que convirtamos como nuestro lo dicho por el Presidente de la República del Uruguay, Luis Alberto Lacalle: “Desprecio por lo público para fines privados individuales de hacer campaña política, porque el Estado no es de los políticos, el Estado es de la gente, es la que aporta, somos servidores, somos sus empleados, hay que ser transparente, ese el desprecio por lo público”.

Recordemos, que volver a los niveles de crecimiento anteriores a febrero requerirá de muchos esfuerzos; pequeños negocios con serias dificultades para subsistir, medianas y grandes con las mismas dificultades y sus patrimonios endeudados por los próximos cinco años. Si hacemos lo correcto, se hacen las inversiones públicas adecuadas para impulsar la economía y se trabaja con el mismo concepto del sector empresarial, que el dinero es un bien preciado y el que lo malgasta o lo invierte mal es sustituido por los accionistas.

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