Con la resolución del pasado viernes, mediante la cual el Congreso autorizó la emergencia por otros 17 días, se completaría un ciclo de tres meses y medio bajo un régimen de excepción.
Por el coronavirus se han impuesto limitaciones a la ciudadanía de todo tipo, especialmente, restricción a las libertades de tránsito, de manera dramática durante las noches, y de reunión, lo que ha desvirtuado el ejercicio de la política como la hemos conocido.

Justamente, la campaña electoral para escoger las nuevas autoridades nacionales, el Presidente y vicepresidente de la República y los legisladores, se efectúa bajo esas condiciones. Las elecciones anteriores para el nivel municipal se realizaron el 15 de marzo y tres días después la Nación fue sometida al régimen especial de restricciones, durante el cual sólo estaban en capacidad de libre movimiento quienes tienen roles de autoridad. Hasta se prohibió viajar desde y hacia el interior.

Una campaña de esa manera ha creado formas de ejercicio político que nada tienen que ver con la tradición y la costumbre de los dominicanos. Ha quedado en los medios, con énfasis en los electrónicos y las redes sociales en general. Las marchas, caravanas y mítines son el pasado. Los discursos son excepcionales.

Cobra fuerza una extraordinaria vocación caritativa desde el partido en el poder, que centra su accionar proselitista en la entrega de alimentos, bienes inmobiliarios, presentación de servicios y atención sanitaria para combatir el otro elemento de la campaña, el coronavirus. Y mucho más.

El principal partido de oposición pretendió competir en ese terreno, pero la mano generosa del oficialismo lo redujo al mínimo, o a nada.

Vivimos un proceso demasiado desigual entre los participantes, sea en la capacidad de movimiento y maniobra o en el manejo de los recursos para llegar a los votantes.

Pero los criterios que rigen un proceso de esta naturaleza deben ser participación, la libre elección, la garantía y la seguridad de los ciudadanos para concurrir.

En esas condiciones, las votaciones del 5 de julio están también bajo la amenaza de una alta abstención. En este caso, por el temor a contraer la COVID-19.

Unas elecciones en esas condiciones, ¿qué tan auténticas y libres podrían resultar?

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