Hace unos meses, conversando con un buen amigo del partido de gobierno me preguntaba mi opinión sobre el desenvolvimiento de la Junta Central Electoral.
Esa conversación fue pocos días después de frustrarse las elecciones municipales del mes de febrero. Lo primero que le dije fue que la elección de los jueces, en su momento, me causó mucha tranquilidad por la capacidad de las mujeres y hombres que la componían. No tenían un historial de militancia, que podía haber colindancia con un partido u otro pero que eso era difícil de evitar en estos cuarenta y ocho mil kilómetros cuadrados donde todos somos familia, vecinos u opositores.

Quiso mi opinión sobre el sistema automático y las primarias de octubre. Sobre el voto automático fui parco, desde el principio estuve en el grupo que entendía que estaba más que demostrado su falta de seguridad, fracasando en elecciones de otros países, incluyendo los propios Estados Unidos y mucho más, la sombra que desde los inicios cubría éste sistema por haberse empecinado la JCE en no hacer una auditoría de éste, alegando que eran tan confiable que la auditoría estaba más que sobrada.

Aquí le relaté a este buen amigo algo que me vino a la memoria de mi gran profesor de macroeconomía, el padre Jorge Munguía (EPD), cuando me decía: “en la universidad te enseñamos a pensar, será la vida y tus actos los que definirán cómo aplicas lo que aprendiste”.

Esa frase me ha guiado durante mi vida y la repito cada vez que entiendo puede dejar alguna enseñanza como me la dio a mí. A los miembros de la JCE les ha faltado precisamente pensar las consecuencias de sus acciones: positivas o negativas.

Nos remontamos a las elecciones de marzo y es el amigo que me dice “las mismas transcurrieron con orden y no se puede alegar otra cosa diferente, porque nosotros (recuerden que es del partido de gobierno) perdimos muchas alcaldías a manos de la oposición”. Aprobé su comentario, pero le anoté que si yo fuera uno de los miembros de la JCE, habría dejado de dormir desde el momento de la posposición por incompetencia de las elecciones de febrero, con un efecto negativo sobre la pandemia al tener que posponerlas a marzo, ya en pleno auge de la COVID-19”.

Pero para tu tranquilidad, la mía y de todos, me dice el amigo: “la OEA está aquí, hizo su informe del que le hemos puesto poco caso, típico de nosotros los dominicanos que un tema sustituye otro y están vigilantes como en todas las elecciones de los últimos 30 años porque parece que aún no sabemos comportarnos”. Simplemente esbocé una sonrisa, no hice ningún comentario.

Ya quería yo dejar los procesos pasados y entrar en esta campaña y las elecciones que se celebrarán en tres semanas. Pasé yo a las preguntas ¿qué opinas del proceso, su organización, los efectos de la pandemia, exceso en uso de recursos, educación al electorado de cómo votar, confianza en las medidas sanitarias, etc.?

Empieza por decir que no debía expresarse de esa forma, pero que era una junta débil, ausente, falta de carácter, que eso la oposición pensaba que les afectaba, pero realmente a quien más perjudicaba, además de la propia junta, era al gobierno porque la población y los observadores los culpan de todo. Respondí: no dejas de tener razón, es una junta que no habla y muchas veces hasta nos alegramos para que no repitan frases como “los votantes en las primarias votaron hasta la 1am por el entusiasmo, a pesar de haberse cerrado las votaciones a las 4 p.m”.

Los miembros de la JCE tienen en este proceso una responsabilidad enorme, hay razón para desconfiar de ellos, la campaña de educación no es clara, vi una que decía “si votas por el diputado de un partido estarás votando por el senador”, parecería una campaña a inducir que no se fraccione y ya el Tribunal Constitucional enmendó éste y otros desatinos de la ley de partidos.

Me dice el amigo que la oposición se queja por todo; le respondo, entre risas, “ese es su papel”. Ustedes lo hacían muy bien cuando eran oposición.

Antes de terminar, resumimos los deseos de ambos, de un proceso en el que sólo puede ganar el que saque más votos.
Mejorar la campaña de educación al votante, aclarar el uso de recursos del Estado en la campaña del candidato oficial, evitar la compra de cédulas, educar sobre las medidas sanitarias para dar confianza a los electores, los partidos de oposición dicen desconocer quién o quiénes son los nuevos encargados de cómputos, aclarar ese punto y una presencia importante de observadores internacionales.

A los partidos, de gobierno o de oposición, que hagan un trabajo limpio, que nos llenen de orgullo a todos y que piensen que en los próximos años va a ser muy necesario la unidad de todos, sin importar quien gane, siempre que lo haga limpio, porque unas elecciones cuestionadas sólo traerán como resultado una crisis política, social y económica: la tormenta perfecta.

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