Durante los primeros días de enero del presente año 2020, la región suroeste de la isla de Puerto Rico fue estremecida por sismos de magnitud M5.8, M6.4 y M5.9, todos con epicentros marinos al sureste de Guánica y al suroeste de Tallaboa, y profundidad hipocentral de 10km, los cuales, aunque fueron sismos de mediana magnitud que no debieron producir daños mayores, provocaron el colapso de más de 300 estructuras habitacionales, el colapso total de la escuela Agripina Seda, de Guánica, y el colapso parcial de la iglesia Inmaculada Concepción, de Guayanilla, fruto de que esas comunidades han crecido sobre valles aluviales caracterizados por gruesos depósitos de gravas, arenas y arcillas, colapsos que generaron mucho pánico en comunidades donde durante 2 meses mucha gente prefirió dormir al aire libre por miedo a nuevos temblores de tierra.

Para estudiar y luego explicar las causas de tantos colapsos sísmicos producidos por medianos terremotos, en enero viajamos hasta Guánica, la comunidad más próxima al epicentro sísmico, y con la colaboración del Ing. Luis Caraballo, con nuestro sismógrafo de última generación, y con geófonos de alta sensibilidad, medimos las velocidades de propagación de las ondas sísmicas de corte (Vs), justo al lado de la escuela colapsada, encontrando que en los 4 metros más superficiales las ondas sísmicas de corte viajaron con velocidades entre 65 y 95 metros por segundo, es decir, un 5% de la velocidad normal en rocas, lo que generó un efecto de amplificación de ondas que a su vez generó grandes fuerzas cortantes que rompieron columnas y muros de esa gran escuela pública, y rompieron columnas aisladas (sin muros) del primer nivel de casas levantadas sobre “zancos”.

También visitamos el municipio de Yauco, donde tuvimos el honor de ser acompañados por el Secretario de Estado de Puerto Rico Elmer Román González, y en la urbanización Alturas del Cafetal encontramos que las viviendas de una misma manzana colapsaron por estar levantadas sobre columnas aisladas (zancos) cimentadas sobre un suelo residual de 6 metros de espesor, donde al medir las velocidades de propagación de las ondas sísmicas de corte encontramos valores entre 130 y 150 metros por segundo, es decir, menos de un 10% de la velocidad normal en rocas, y por esa razón las ondas sísmicas de corte se amplificaron y rompieron las columnas.

Iguales mediciones hicimos en Guayanilla y en Ponce, lugares donde fuimos acompañados por los alcaldes municipales y por funcionarios del Departamento de Estado de EUA, junto al cónsul general dominicano, y donde apreciamos que las viviendas colapsadas estaban construidas sobre columnas aisladas cimentadas sobre gravas, arenas y arcillas, y donde nuestras tomografías construidas con velocidades de propagación de ondas sísmicas de corte mostraron que las velocidades varían entre 180 y 230 metros por segundo, generando amplificación local de las ondas sísmicas.

Al ser consultados por diferentes medios de comunicación de Puerto Rico, entre ellos Pelota Dura, explicamos que en los suelos flexibles, integrados por gravas, arenas, limos y arcillas, las ondas sísmicas de corte viajan con muy baja velocidad y muy baja frecuencia, porque gran parte de la energía que en rocas se consume en velocidad, en los suelos se consume en amplificación de las ondas, por lo que en los suelos flexibles las ondas sísmicas de corte viajan con muy alta amplitud que genera altas aceleraciones y grandes fuerzas cortantes que son capaces de romper columnas esbeltas aisladas (sin muros articulados), columnas cortas, muros débiles y pisos suaves, siendo esa la razón por la cual estructuras mal concebidas, levantadas sobre suelos flexibles, tuvieron un pésimo comportamiento sísmico en el suroeste de Puerto Rico, mientras las edificaciones construidas sobre las rocas calizas de esa misma zona no sufrieron absolutamente ningún daño a causa de los sismos.

En enero explicamos en la Tv de Puerto Rico, de Miami y de RD que esos temblores diarios eran réplicas normales que desaparecerían en tres a cuatro semanas, y así fue, los temblores se calmaron, y la gente del suroeste de Puerto Rico también se calmó, pero ahora, comenzando el mes de julio, fuertes temblores de tierra han regresado al suroeste de Guánica y al sureste de La Parguera, con magnitud de hasta 5.3, indicando que hay un nuevo proceso de rotura, al oeste del sitio anterior, que no responde a réplicas sísmicas por reacomodamiento de segmentos de placas que se desajustaron con los temblores de enero pasado, sino que podrían estar vinculados al fuerte terremoto de magnitud 7.4 ocurrido el pasado 23 de junio en el sur de México, el cual, por estar ubicado cerca del área de contacto entre la placa tectónica de Norteamérica, la placa tectónica de Cocos y la placa tectónica del Caribe, ha empujado hacia el este a la placa tectónica del Caribe y ha generado compresiones que están produciendo nuevas roturas en las áreas más débiles de esa placa, y como la región suroeste de Puerto Rico ha quedado muy débil por las roturas de enero, entonces allí hay fuertes temblores que ameritan atención por parte de las autoridades y por parte de la población.

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