Para un presidente electo que llega al día de la elección sin la definición completa de las cabezas de su futuro gobierno, la tarea de constituirlo puede tornarse complicada. Entran demasiado intereses al campo de juego, de los parciales que son la mayoría y los diferentes equipos que lo acompañaron en tan ardua batalla, de los amigos que ahora son muchísimos, incluidos algunos que no se podían considerar como tales. Están también las partes, que en este caso no son tantas, porque visiblemente hay una, a la cual empezaron ya a compensar, y en grande. Repartir no será una tarea pequeña. Debe ser cuidadosamente llevada para no provocar tempranos desencantos entre sus seguidores.

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