Todos estábamos vivamente impresionados con el proceso de transición en desarrollo, es decir, la forma en que las actuales autoridades y las electas vienen interactuando para materializar la continuidad del Estado sin sobresaltos.

Aunque el PLD completa 16 años continuos de gobierno, la experiencia del siglo pasado sugería que mientras más larga era la permanencia en el poder más difícil resultaba la entrega.

Fue lo vivido en la primera transición de mando más importante del siglo pasado, cuando el presidente Joaquín Balaguer debió entregar el poder a Antonio Guzmán Fernández del PRD.

El gobernante de la época era una continuación del trujillismo, y fue el último presidente títere de la tiranía. Con su retorno en 1966 de manos de los Estados Unidos, y permanecer 12 largos años en el gobierno, se crearon demasiado intereses, privilegios y los atropellos eran constantes, y derrotados, sus temerosos acompañantes querían llevarse las oficinas públicas en los bolsillos. Los medios de la época registran informaciones que sugerían que cargaron hasta con obras de arte.

Después vendrían los 8 años del PRD, cuando la transición fue entre “hermanos”, y posteriormente, la transición de Jorge Blanco a Balaguer, cuando se acumularon tensiones y persecuciones posteriores. Ya en el 1996 se produjo un tránsito amigable de los reformistas a sus aliados del PLD, después de la firma del frente patriótico que impidió el triunfo de José Francisco Peña Gómez.

Hoy vivimos otra transición después de 54 años de democracia en medio de una pandemia. Asumíamos que el país había madurado y que nada habría que lamentar. Como venían desarrollándose los hechos, reuniones de comisiones, imágenes mediáticas de cordialidad, parecía un poema de la modernidad orlado a la sombra del coronavirus, donde no debía haber sobresaltos. Era bonito y podía tener cierta lógica.

Pero de la noche a la mañana empiezan a llegar noticias malas. Que el Poder Ejecutivo ha dispuesto miles de ascensos en las Fuerzas Armadas, que iniciaron una obra en terrenos de la Cámara de Diputados, que aprobaron un aeropuerto en Bávaro, lo que ha llevado a las autoridades electas a advertir que ciertas acciones podrían ser revisadas.

Está bien que dejemos de creer que todo iba a resultar hermoso. Pero al menos que se hagan acompañar de doña Prudencia.

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