Un alto porcentaje de los servidores del Estado están sometidos en este momento al estrés que implica el cambio de autoridades, especialmente cuando algunos de los ministros señalados han adelantado que reducirán las nóminas.
Y quienes deben encontrarse más inquietos son aquellos servidores que no forman parte de la carrera administrativa, que tal y como advirtió ayer la Fuerza del Pueblo, están amparados por la ley de Función Pública 41-08 y por lo previsto en el artículo 145 de la Constitución.

Lo propio fuese que haya un clima de tranquilidad en la Administración, y no miedo. Es comprensible que las nuevas autoridades hagan lo necesario para que los servicios públicos sean prestados por el personal requerido, y que las nóminas no sean abultadas excesivamente.

Lo más detestable en el servicio público son las llamadas botellas, aquellos individuos que cobran sin dar un golpe. Los hay que reciben el salario desde sus viviendas y modernamente ni siquiera se molestan con ir a retirar el cheque en las instituciones. Los medios electrónicos en las bancas impiden que sus demás “compañeros” sepan que cobran a costa del erario. Pero hay otros que reciben salarios de miseria, que acuden todos los días a “sus puestos”, pero tampoco hacen nada.

Los nuevos incumbentes tendrán que realizar sus levantamientos, y determinar la realidad en cada dependencia. Pero no debe llegarse con una escoba barriéndolo todo. O desde ya haciendo advertencias inapropiadas.

Es bueno recordar que además de que los servidores están amparados en la ley de Función Pública, las instituciones descansan en general en recursos con determinado entrenamiento o preparación académica. Como ellos hay muchísimos en el mercado, sin empleos, militantes políticos que quizás esperan puestos, pero los nuevos funcionarios deben saber que necesitan un soporte básico para que las agencias públicas continúen cumpliendo sus misiones.

De nuevo tenemos que recordar el sentido de prudencia y el respeto por los seres humanos, sin dejar de entender que los nuevos gobernantes necesitarán sus hombres y mujeres de confianza para alcanzar sus metas de buen gobierno.
Lo que no debe es promoverse el miedo o la inseguridad entre los servidores del Estado.

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