A gran parte del sector informal y de los profesionales liberales el COVID-19 económicamente nos ha afectado bastante; pero no son momentos de lamentarnos. Debemos reinventarnos y buscar salidas, con esperanza y confianza.
Este tema es obligado en mi área, la abogacía, donde muchas oficinas, independientemente de su tamaño, están pasando momentos críticos y los abogados independientes casi no tienen trabajo. Eso sí, cada vez que me refiero a ello apelo al optimismo, a sabiendas de la delicada situación.

Winston Churchill decía: “Soy optimista. No parece de mucha utilidad ser cualquier otra cosa”. El pesimismo me aterra.
Escuchar un “no puedo” o un “eso sí está difícil” lastima mi sien. Resaltar lo negativo de las cosas es una bofetada al sentido común.

Evito a los quejosos, pues me destruyen el día. Me desagradan los masoquistas, los rostros amargados, los que gozan sufriendo, los que nunca están bien, los que cuando saludas te responden que se los está “llevando el diablo”, y lo hacen hasta sonriendo.

También me disgustan los que ven el lado malo en todo, los que no vislumbran soluciones, los de espíritus pigmeos; y a estos se agregan los necios que complican lo simple, que se enredan en su propia telaraña, que para llegar a su destino optan por las curvas pronunciadas y los oscuros laberintos en vez de la línea recta e iluminada.

Esquivo, además, a los que temen triunfar, a los frustrados que le huyen al éxito alcanzado en buena lid, a los ciegos de horizontes.

A todos esos los prefiero lejos, allende los mares, cerca tal vez de Plutón. Y los hay de todos los colores de piel, religiones y niveles académicos. Y, por supuesto, los hay por igual ricos y pobres.

Me fascina buscar el lado bueno de cada asunto (que siempre lo hay), sin perder la noción de la realidad; aunque el camino esté repleto de obstáculos siempre hay un digno modo de llegar a la meta.

Aplaudo a todas las personas con energía positiva, firmes en sus propósitos, claras en sus metas, dispuestas a la batalla, preparadas para vencer, que solo tienen como límite sus sueños, porque nadie se eleva más allá de sus ideales, pues si piensas que llegarás sólo hasta allí, de allí jamás pasarás, ni siquiera con el amparo de la suerte.

Somos nosotros los que construimos y destruimos. O nos caemos o nos levantamos. La decisión es nuestra. Tener voluntad con nobles propósitos es la consigna, y quien tiene esa voluntad conquista lo que quiera.

Que la pandemia no nos quite el oxígeno a nuestro ánimo, pues si lo logra moriremos seguro, con o sin virus.

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