Una de las grandes preocupaciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y del Fondo Monetario Internacional (FMI) es la caída estrepitosa de las economías latinoamericanas y caribeñas a causa de una pandemia de coronavirus que ha estropeado a economías que venían creciendo de manera sostenida, y que estaban mejorando la calidad de vida de millones de personas en todo el continente, pues, según datos del Banco Mundial (BM), a partir del año 2000 la economía latinoamericana tuvo un crecimiento promedio de 3.2 % que redujo la pobreza extrema al 12 % y redujo la pobreza moderada al 25 %, con alto crecimiento y fortalecimiento de la clase media.

Esas preocupaciones están cimentadas en que, conforme a sus proyecciones, la pandemia del coronavirus provocará una caída promedio de 9.1 % del Producto Interno Bruto (PIB) de Latinoamérica, la que hará retroceder las economías en 10 años porque el Producto Interno Bruto per cápita caerá a los niveles del año 2010, los desempleados subirán a 38 millones, con un incremento de 29 millones de personas en situación de pobreza y un incremento de 16 millones de personas en pobreza extrema, porque será la recesión más grande de la región desde la Gran Depresión de 1930 y desde la Primera Guerra Mundial de 1914, donde los 5 países más impactados serán Perú, Brasil, Argentina, Ecuador y México, con caídas desde 13 hasta 9 % del PIB, mientras los 5 países menos impactados serán Paraguay, Guatemala, Uruguay, Bolivia y la República Dominicana, con caídas desde 2.3 hasta 5.3 % del PIB, generando un gran déficit en el flujo de caja de todos los países, por lo que el FMI entiende que todos los países deben trabajar en colaboración para proteger a la gente, y limitar el daño económico a través de la flexibilización de la política monetaria de los bancos centrales, al tiempo de poner a disposición de los países más pobres la opción del financiamiento de emergencia, así como su Fondo Fiduciario para Alivio y Contención de Catástrofes.

La mejor evidencia de la crisis se observa en los precios del petróleo, los que no han logrado escapar a los impactos económicos de la pandemia, pues de un precio pre-pandemia de 65 dólares por barril, el petróleo ha llegado a bajar a 25 dólares por barril en momentos críticos de la pandemia, ya que con un transporte aéreo paralizado, una industria turística paralizada, un transporte terrestre semi paralizado, una industria básica semi paralizada, y una industria eléctrica migrando hacia otros combustibles, el consumo de petróleo se ha caído.

De igual modo, y por la misma pandemia, las cotizaciones del dólar se han caído en diferentes mercados, creando dudas e incertidumbres en inversionistas a quienes les ha quedado como única alternativa invertir en los mercados del oro, metal precioso que por su prestigio monetario siempre ha sido el refugio de inversionistas celosos de la rentabilidad de sus capitales, motivando que el precio del oro haya estado ascendiendo paralelamente a los impactos directos e indirectos del coronavirus, apreciándose que en la misma medida en que los contagios mundiales han superado la barrera de los 20 millones de casos, el precio del oro ha superado la barrera de los 2,000 dólares por onza Troy, luciendo que ambos ascensos seguirán paralelos mientras la pandemia siga creando temor en la población y en los mercados bursátiles, temores que seguirán impulsando como golpe de ariete el precio ascendente del oro.

Y es ahí donde la República Dominicana, que conforme a la CEPAL será uno de los 5 países latinoamericanos menos impactados por la crisis económica, con una caída de 5.3 % del PIB, podría aprovechar su producción de oro para aliviar algunos de los impactos económicos, pues nuestra alta producción de oro no sólo aportaría recursos frescos a las agencias gubernamentales tributarias, sino que bien podríamos utilizar parte de esos recursos para el financiamiento de micro, pequeñas y medianas empresas que necesitan capitales para poder levantarse de este desastre económico.

De ahí que la propuesta de ampliar las operaciones mineras auríferas de Pueblo Viejo, para compensar con más volumen de mineral el descenso del contenido de oro del mineral restante en el subsuelo, llega en un momento ideal para tomar una decisión que es claramente conveniente para nuestra nación, por lo que a nuestras autoridades, y a nuestros ciudadanos, no les debe quedar duda alguna de que en medio de esta caída de nuestra economía, provocada por esta terrible e inesperada pandemia, el oro ha sido un renglón que ha contribuido a mantener parcialmente a flote el barco de la economía de la nación, generando parte importante de nuestras divisas, pues con un turismo paralizado, y con remesas muy lastimadas, sólo el oro luce ser la mejor ventana para generación de divisas, oro que ha sido capaz de desafiar exitosamente los impactos negativos de esta pandemia que golpea fuertemente los mercados internacionales, con proyecciones de que durante los meses subsiguientes el precio del oro seguirá ascendiendo firmemente, y ese dinero debemos utilizarlo para beneficio de nuestra gente.

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