Muchas de nuestras metas y proyectos son dejados de lado por el miedo a intentar alcanzarlos. Porque tememos fracasar. Porque tenemos miedo a las barreras, a los obstáculos que podemos encontrar en el camino, porque no confiamos en nosotros, porque creemos necesitar la ayuda y apoyo de alguien para poder lograr nuestros objetivos.

Unas veces, aunque estamos conscientes de que es nuestra tarea y de que nadie tiene que asumir la responsabilidad por nosotros, sentimos que si no contamos con sus palabras, su solidaridad y compañía, nos será imposible alcanzar lo que deseamos.

Otras veces, somos dependientes de la guía y orientación de otras personas. Todo esto ocurre porque no tenemos la suficiente confianza en nosotros mismos. Tenemos un miedo irracional a luchar por lo que queremos. Tenemos miedo de transitar un camino nuevo, desconocido. Nos hemos acomodado tanto en nuestra llamada zona de confort que cualquier cambio se transforma en una experiencia aterradora, que nos plantea seriamente la idea de salir corriendo despavoridos a refugiarnos en el cálido nido de la pereza y muchas veces volvemos al punto de partida, más inseguros y temerosos que cuando iniciamos la carrera.

Siempre he estado convencida de que los temores son los peores enemigos que tenemos y lo peor de todo es que somos quienes los alimentamos y fortalecemos, somos nosotros mismos, sus víctimas, los que contribuimos, no solo con su existencia, sino que los empoderamos, les damos el control absoluto sobre nuestro ser.

El miedo es parte de nuestra vida, es normal sentirlo. Todos, en algún momento y por alguna razón lo hemos padecido. Es comprensible el temor de los padres ante alguna enfermedad de un hijo. Es normal temer frente a situaciones que pongan en riesgo nuestra vida o la de nuestros familiares y amigos cercanos. Lo es también, temer perder a la persona que amamos.

Lo que no es comprensible, y que por ningún motivo debemos permitir, es que el miedo domine nuestras vidas. Lo que es imperdonable, es dejar de intentar por miedo a fracasar. Lo que debemos proponernos es si no vencerlo del todo, demostrarle que nuestra voluntad es más firme y que seguiremos adelante, a pesar de él y de todas sus artimañas para impedirnos el paso.

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