Todos los pacientes son tratados como de alto riesgo por lo que deben cumplir con un protocolo establecido

Durante esta pandemia es mucho lo que se nos ha solicitado quedarnos en casa y mantener la distancia. No obstante, hay cosas que no pueden posponerse y que por fuerza interrumpen las normas establecidas como las medidas para evitar el contagio por el coronavirus SARS-CoV-2 que ocasiona la enfermedad infecciosa de la COVID-19.

Algunas condiciones de salud imponen la visita a los médicos, en ocasiones por seguimiento a un diagnóstico o una urgencia.

Entre esas urgencias destacamos las visitas al dentista. Un sangrado, abscesos o un dolor, son temas impostergables. La profesión del dentista es una de las de mayor riesgo de contagiarse debido a varios factores como lo es la atención a los pacientes, la actividad en la cavidad bucal y la presencia de saliva; el trabajo con ultrasonidos y materiales rotatorios que producen aerosoles.

Para edificarnos en cómo debe darse (y si debe darse) esa consulta, entrevistamos para elCaribe a la doctora Isabel Ruiz de Atallah, reconocida odontóloga dominicana.

¿Cómo se da el protocolo de higiene?

Como personal sanitario, el lavado de manos es realizado de manera frecuente y abundante durante nuestra práctica diaria, ahora con más énfasis entre pacientes, siendo un lavado exhaustivo y quirúrgico para reducir en lo posible la vía de contagio.

Como medidas de protección personal utilizamos barreras de nivel 3 para poder prevenir el contagio. Consiste en gafas de protección ajustadas a la cara con goma, estancas, pantalla facial, gorro quirúrgico desechable, mascarilla ffp2/ffp3, o doble mascarilla quirúrgica, batas impermeables desechables y guantes de nitrilo.

Asimismo, enjuagues con elementos oxidativos tales como peróxido de hidrógeno al 1 % o povidona yodada al 0,2 %.

Usamos dique de goma lo que reduce en un 70 % la concentración de aerosoles y aspiración forzada.

Las piezas de mano y turbinas sin válvulas de antiretracción hacen que se puedan quedar microbios como bacterias y virus en las mangueras de aire que contaminan dichos conductos por donde el aire sale y que puede ser una vía de contaminación cruzada muy destacable. La sangre y saliva del paciente se propagan como aerosoles y gotas durante los tratamientos dentales y se consideran fuentes potenciales de contaminación cruzada, teniendo el potencial de causar infecciones no solo en pacientes sino también en el personal de la clínica dental.

La importancia de utilizar instrumental y equipamiento que favorezca la desinfección y la prevención de la contaminación de estructuras que puedan provocar infecciones cruzadas y líquido viricida en los conductos sin entrada de agua general, es fundamental en nuestros gabinetes.

Es aconsejable desinfectar a menudo cualquier estructura metálica que suela tocarse de manera frecuente: pomos y picaportes, ascensor en el caso de tener, barandillas… Este protocolo hay que realizarlo después de cada paciente puesto que podríamos desconocer si son positivos o no.

Es imperativo mantener el material y el instrumental estéril y almacenado en un lugar donde tengamos el stock (conjunto de productos), para desplazar al gabinete solo lo que vamos a utilizar en cada intervención.

¿El protocolo es pensado para los pacientes en general o incluye a los de alto riesgo?

Todos los pacientes son tratados como de alto riesgo. Previo a la visita se les hace un cuestionario con las siguientes preguntas:

– ¿Tiene o ha tenido fiebre en los últimos 14 días?
– ¿Ha tenido problemas respiratorios (incluida tos) durante los últimos 14 días?
– ¿Ha viajado a países de riesgo los últimos 14 días?
– ¿Ha estado en contacto con personas que hayan tenido cuadros de fiebre, tos, y/o dificultad respiratoria los últimos 14 días?
¿Cuáles visitas ameritan correr el riesgo de ir al dentista?

Hay que hacer dos condicionantes:

En zonas de baja incidencia del COVID- 19, pueden ser tratados los pacientes que no presentan síntomas o son negativos en las pruebas.

Como regla general: Se desaconsejan realizar tratamientos sobre pacientes sospechosos de ser portadores del COVID-19, posponiendo cualquier procedimiento que no se considere urgencia, al menos durante el tiempo estipulado como cuarentena, durante el cual el paciente desarrollará la enfermedad o no. Además, se envía el paciente al hospital para la monitorización de su sintomatología y enfermedad.

Y en tiempos de máximo riesgo se sigue el protocolo siguiente:
Si la respuesta a cualquiera de las preguntas telefónicas es sí, y no presenta fiebre o presenta temperatura corporal por debajo de 37,3º, pospondremos el tratamiento si no es considerado urgencia.

Si la respuesta es sí a cualquiera de las preguntas, y presenta temperatura por encima de 37,3º, avisar al paciente de posible contagio.

Si la respuesta es no a cualquiera de las preguntas, pero presenta fiebre por encima de los 37,3º, demorar el tratamiento salvo urgencia.

Si la respuesta es no y no presenta fiebre, posponer si no es urgente o tratar con las medidas adecuadas. Aunque al día de hoy se recomienda posponer el tratamiento si no se considera urgencia.

¿Qué se considera una urgencia?

Urgencia odontológica es la aparición súbita de una condición patológica buco maxilofacial, que provoca una demanda espontánea de atención, cuyo tratamiento debe ser inmediato, impostergable, oportuno y eficiente, como dolor, abscesos y traumatismos que son las principales patologías que pueden causar con limitación de la actividad normal del paciente o que puedan suponer un riesgo para el estado general de su salud. Aunque es cierto que hay otras necesidades sentidas por la población que requieren tratamiento inmediato.

¿Qué garantía tiene el paciente de no contagiarse?

Garantía no hay ninguna, posibilidades muy pocas. Hay que mantener los protocolos adecuados, ya que puede transmitirse de persona a persona.

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