La Cámara de Cuentas es un organismo creado como estructura de control moral y ético de los funcionarios con responsabilidad administrativa o de manejo de los recursos del Erario, bajo el amparo de la nueva Ley 10-14 de 2004 y la 311 sobre la Declaración Jurada de Bienes de quienes ejercen cargos públicos.
Sin embargo, se podría asegurar que el desempeño de los integrantes de este importante organismo ha sido cada vez más pobre en lo que va del presente siglo, porque su accionar ha sido débil ante las constantes violaciones a la Ley 311 y al manejo de los recursos públicos en distintas instituciones sin régimen de consecuencias.

El nuevo Senado de la República tiene en sus hombros la responsabilidad de escoger en poco tiempo, a los nuevos integrantes de este organismo y, es oportuno advertir, que es necesario examinar con cautela los nombres que se propongan para este importante desempeño en favor del país.

El silencio cómplice y la desidia ha sido el Norte de mecanismo que necesidad de integrantes comprometidos con la nación, no con el gobierno de turno, para evitar que la impunidad y la corrupción administrativa depreden la nación.

República dominicana cuenta con profesionales capaces, honestos y con vocación de servicio, dispuestos a servir al país garantizando una gestión más transparente, honrada y sin compromiso partidario. Lo propio ha de ser en la Junta Central Electoral.

Ojalá que los senadores cumplan con la promesa de legislador para las mayorías y escojan de entre las propuestas que, sabemos que vendrán muchas, a los hombres y mujeres que llenen esos requisitos.

Estamos hartos de tanta corrupción e impunidad y de funcionarios que accedan a los organismos solo para devengar jugosos salarios, procurar una cuantiosa pensión, olvidando que el país es de todos y para todos. ¡Es hora de trabajar por el país!

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