Los dominicanos de buena voluntad anhelamos que se enfrente la corrupción en el Estado y que se sancione a quien tome lo ajeno. El presidente Luis Abinader se comprometió a ello, lo que es loable. Esto será posible con un Ministerio Público enérgico, respetando siempre el debido proceso.
Ese sentir en contra de la corrupción está arraigado. Traspasa fronteras sociales y económicas. Llega a ilustrados y analfabetos, jóvenes y adultos, cristianos y ateos, liberales y conservadores; por igual morados, blancos, rojos, verdes, azules y amarillos. Con relación a este tema no podemos hablar de consenso: existe unanimidad.

El pasado gobierno tomó importantes medidas para lograr transparencia en el manejo del erario. Sería injusto no reconocer ese esfuerzo, que tal vez no llegó a la práctica con la intensidad esperada, pues, sin dudas, hubo conductas que se escaparon de control.

Tenemos, a modo enunciativo, la Cuenta Única del Tesoro que administra en una sola cuenta todos los recursos del tesoro, lo que conlleva múltiples beneficios, como limitar la discrecionalidad en el gasto de los funcionarios; las Veedurías Ciudadanas, conformadas por personas que vigilan, por ejemplo, los procesos de compras.

También resaltamos los concursos para adquirir u ofrecer bienes y servicios o para construir obras del Estado, donde en la mayoría de los casos se hicieron públicos y democráticos, conllevando en los últimos años un sustancial aumento en el número de empresas suplidoras del Estado; y, finalmente, el decreto 15-17 que busca asegurar que todos los órganos públicos actúen con transparencia, igualdad de oportunidades y libre competencia, donde solo habrá ejecución cuando haya fondos aprobados y contratos en regla. Estos avances se deben mantener y mejorar.

Pero volvamos a los protagonistas de esta agradable lucha: el pueblo dominicano. Está atento a los pasos de quienes ahora nos dirigen y de quienes lo han hecho. No perdonará pifias que involucren violación a la ley, ni de los que entran ni de los que salieron. Y las redes sociales ahí serán vitales, como centinelas alertas, sin miedo, preparadas para desenmascarar.

Ahora bien, por la condenable conducta de unos pocos, no se puede juzgar al conglomerado. Observemos en las instituciones el comportamiento de la mayoría, pues en esa mayoría radica su esencia. Los cultivos de manzanas, por mejor cuidados que tengan, siempre darán algunas frutas indeseables. Y esas frutas deben ser apartadas y colocadas en una jaulita.

Apoyemos que se siga adecentando nuestra cotidianidad política. Vigilemos a nuestros funcionarios para que entiendan que si meten la pata les esperará la cárcel y a los del anterior gobierno del que fui parte, que si alguien falló, que pague las consecuencias. Todos unámonos en ese propósito, ciudadanía, gobierno y oposición.

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