Hacer buenos hábitos cuesta, doblegar la rigidez mental, crear pensamientos articulados a los divinos para inyectar sabiduría es un proceso de consistencia. Necesitamos saber que queremos lo que decimos querer y confiar en que la omnipotencia divina patrocina nuestro cambio, que donde terminan nuestra carcomida voluntad es donde la bondad del Señor comienza a levantar los nuevos andamios del carácter. Entonces y solo entonces, devaluamos el placer, superamos el dolor, valoramos el proceso, menospreciando la condición donde caímos y nos comprometemos con el resultado. Quien cambia sus pensamientos cambia su vida, quien cambia su estilo de vida puede diseñar su futuro, quien tiene el hábito de invitar a Dios a su día a día comprobará que lo difícil estaba en nuestra mente y lo imposible siempre estará en sus manos.

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