El presidente Luis Abinader ha optado por producir “cancelaciones” en vez de disponer designaciones. Habitual que se anuncien paquetes de cancelaciones de viceministros o subdirectores. La cultura del poder, o al menos de los consultores del pasado, era designar, y con la misma, la obvia destitución. Ahora se quiere martillar con las cancelaciones. Es innecesario. Decir que quitan a Agripino Núñez Collado del CES, para luego anunciar que lo designan como “asesor honorífico del Poder Ejecutivo”, o la cancelación de Dagoberto Tejeda, para explicar que fue un “error”, o el caso de Niní Cáffaro, destituido como director del Teatro Nacional para luego informar que fue pensionado. Son yerros que no tienen razón de ser. Nada grato.