A veces estamos o sentimos estar en situaciones de las que creemos no poder salir por nosotros mismos.
En muchas ocasiones estamos frente a lo que consideramos un enorme problema, al que ya hemos dado mil vueltas, hemos virado y tornado, lo hemos puesto al derecho y al revés, pero cada vez vemos las cosas más difíciles.

Es en estos momentos en los cuales casi la mayoría de las personas buscan y esperan que otros que hayan pasado por situaciones similares les aconsejen. Algunos esperan solo que las personas que en verdad los aman les indiquen el camino a seguir.

Pero no solo en los escenarios de tristeza y preocupación, las personas esperan guía, asesoría, consuelo y consejos.

En muchos casos, ante una oferta de trabajo, una oportunidad de crecimiento, cambio de cualquier índole, las personas suelen sentirse inseguras y buscan encontrar alguien a quien consideran con mayor experiencia para que les digan cuál debería ser su decisión.

Siempre he dicho, que muy en el fondo, las personas, cuando te consultan, ya han tomado su decisión, solo quieren aprobación.
Solo quieren que les digamos lo que quieren escuchar.

Otros más inseguros de sí buscan consejos en otros para cuando las cosas no resultan como ellos esperaban, culpar a sus consejeros. Algo que es sumamente injusto.

No niego que escucho y busco opiniones, pero en la mayoría de los casos mi decisión final ya está tomada.

Los consejos que nos dan quienes nos aman valen mucho, son una guía para saber cómo enfrentar las decisiones que tomamos y los retos que asumimos.

El mejor consejo, al final, lo recibimos de nosotros mismos, pues siempre terminamos haciendo lo que creemos es mejor para nosotros y muchas veces desechamos aquellas observaciones que nos hacen quienes nos aman y que, de haberlos escuchado, nos habríamos ahorrado muchos dolores de cabeza.

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